domingo, 1 de mayo de 2011

Rudens




                                  RUDENS,
                        O

            JULIA, LA BIEMPEINÁ
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COMEDIA MUSICAL
Original de
Patricio Chamizo

REGISTRO
ISBN:84-88659-19-9
Depósito Legal: M. 6.362-2000
20002000


 






PRESENTACIÓN
Por
Antonio Holgado Redondo
Doctor en filología clásica
Catedrático de universidad
Premio Nacional de Traducción

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PRESENTACIÓN
Vaya por delante una declaración de principios: Como profesional de la filología clásica, soy, en general, contrario a las mal llamadas “versiones libres” de obras de teatro de autores antiguos. Inevitablemente, siempre me parece mejor la obra original, incluso para espectadores de hoy, con solo cambiar alguna que otra referencia que fuera ininteligible en la actualidad. Para que exista una versión libre, lo primero que tiene que haber es “versión”, es decir, “traducción”, y luego esa traducción puede ser libre, incluso muy libre. Pero si la obra nada tiene que ver con el supuesto original, como es frecuente en las supuestas versiones libres, lo honesto es no implicar al modelo en la felonía, sino decir, simplemente, por ejemplo: Medea, por fulanito de tal; y no tomar en vano el nombre de Eurípides o Séneca, cuando dichos dramaturgos son claramente ajenos a los méritos o deméritos de la obra de fulanito de tal, que hasta puede que haya interpretado “en clave de comedia” lo que, en el autor antiguo, era una tragedia pura, espeluznante.
Sentada esta premisa, añado enseguida que mi renuencia se aminora considerablemente cuando la adaptación, aún cambiando mucho el modelo, prescinde de anacronismos inútiles y conserva intacto el “espíritu” original. Y este es, a mi juicio, el caso de la presente obra de Patricio Chamizo.
Chamizo se ha desviado bastante del modelo plautino: Ha convertido en FÁBULA TOGATA (ambiente y personajes romanos) lo que en Plauto era FÁBULA PALLIATA (ambiente y personajes griegos); presenta a los romanos como “opresores”, cosa que Plauto nunca se hubiese atrevido a hacer, pues, en el improbable caso de que lo pensara, no se lo hubiese permitido la censura; traslada la acción de Cirene a Hispania; etc. Incluso introduce en la trama de RUDENS, que le sirve de base, escenas de otras obras, especialmente del MILES GLORIOSUS.
Pero esto último es lo que sus enemigos reprochaban a Terencio: Componer una comedia latina sirviéndose de dos o más comedias griegas (contaminatio) Y Terencio se defiende diciendo que lo mismo han hecho sus antecesores y maestros, entre ellos Plauto. Así, pues, Chamizo ha operado aquí, respecto a Plauto, como éste operaba con sus modelos griegos.
Por otra parte, Chamizo se ha “empapado” bien del espíritu plautino, no solo con la lectura de sus comedias, sino con libros sobre el tema y sobre la historia de las costumbres romanas a comienzos del siglo II a. C. Ha conservado, con buen olfato teatral, el “escenario” del RUDENS, que, frente al resto de las comedias plautinas, que suelen desarrollarse en una calle de Atenas, presenta la acción en un espacio abierto y atractivo, un paisaje abrupto a orillas del mar, y comienza con una tempestad y un naufragio. Todo esto está asumido en la obra de Chamizo, aunque se haya trasladado la acción de la obra de Cirene a las costas de Hispania, cerca de Cádiz, lo que no supone anacronismo alguno, ya que los romanos invadieron Hispania durante la segunda guerra púnica y se apoderaron de Cádiz, expulsando de ella a los cartagineses, en el año 206 a. C., 12 años antes de aquel en que se sitúa la acción.
Se conserva igualmente el hermoso “coro de pescadores” con sus ribetes de denuncia social, que ya está en Plauto, aunque Chamizo lo acentúa: “¡Qué vida tan miserable/ la vida del pescador!... Por eso luchamos/ por la libertad”. Hay que tener en cuenta, no obstante, que dentro de la producción plautina el RUDENS es una obra especial: no intenta solamente divertir al público, provocar la carcajada con situaciones hilarantes, sino mostrar, a la vez, que la virtud termina por obtener su recompensa y el vicio su castigo; esta “dimensión moral” está ausente en las demás obras de Plauto, (excepto de CAPTIVI). Por ello, sin duda, ha sido la obra elegida por Chamizo, escritor social en toda su producción.

Pero el mayor mérito de Chamizo, a mi juicio, es haber conservado, refrenando su vena social, el espíritu “festivo” de Plauto: El ambiente, si en algunos momentos, moralizantes, pasa enseguida a regocijado jolgorio. Las gotas de denuncia social o el sentimentalismo, poco plautino, de alguna escena entre SERBIO y LIBIA se ven inmediatamente compensados por la plautina hilaridad jocunda. Eminentemente plautina, aunque no está en Plauto, es la escena del ensayo de la ceremonia de la boda. Y es plautina toda la segunda parte; la comicidad va “in crescendo” hasta el final, sin decaer un momento. Y es absolutamente plautino provocar la hilaridad ya en los propios nombres de los personajes: (RAJANALGAS, PINCHAPECES, REBANACUELLOS, CANTAMAÑANAS, PIES PLANOS, JULIA ¡LA BIEMPEINÁ!...

La mezcla de situaciones regocijantes con reflexiones emotivas “¿Dónde está ese Dios, madre? ¿Cuál es el Dios de los que sufren, de los afligidos, de los que lloran, de los que padecen? ¿Dónde está ese Dios?”, Y con expresiones brillantes  “...y tú, como las demás mujeres,/ al puerto cada mañana/ vendrás con todas tus ganas/ de mostrarme tus quereres” Y yo, bañado de sal/ como un marino bravo/ te entregaré el pescado/ como flores de un rosal” hacen de esta adaptación de Chamizo un ejemplo de cómo se puede “traducir” a la actualidad un clásico, con amplia libertad en el manejo de los personajes y situaciones, pero sin traicionar el espíritu del autor adaptado. Exactamente lo que hizo Plauto con sus modelos griegos.


Antonio Holgado Redondo













PERSONAJES

 (Por orden de intervención)

SACERDOTISA
ÁTICA
GALO
REBANACUELLOS
JULIA, “LA BIEN PEINÁ”
RAJANALGAS
SERBIO
LIBIA
PINCHAPECES
CANTAMAÑANAS
PIESPLANOS
SOLDADOS
ESCLAVOS
                       La acción se desarrolla en un lugar, cerca de Cádiz, a orillas del mar en la primavera del año CXCVI antes de Cristo. Izquierdas y derechas, las del espectador

Esta obra se estrenó en el XXXIII festival del TEATRO ROMANO DE MÉRIDA en 1987 como comedia musical, con música de Tomás Marco. Componía el elenco un CORO DE MUJERES Y PESCADORES, y una orquesta con 9 profesores de la Orquesta Sinfónica de Madrid.







REPARTO DEL ESTRENO

JULIA, LA BIEN PEINÁ       GEMMA CUERVO
PIESPLANOS                          JOSÉ SANCHO
PINCHAPECES                       EMILIO LAGUNA
SERBIO                                     JUAN CARLOS NAYA
LIBIA                                         CAYETANA GUILLÉN
                                                                             CUERVO
CANTAMAÑANAS                  JESÚS CASTEJÓN
ÁTICA                                        MÓNICA CANO
GALO                                         FRANKY HUESCA
REBANACUELLOS                 FRANCISCO OLMO
RAJANALGAS                         MANOLO CODESO
SACERDOTISA                        PAULA FLORES

También actuó MIGUEL GALLARDO en los papeles del PARÁSITO y CATÓN, que han sido suprimidos en esta versión revisada.

La dirección fue de ANTONIO CARENCIA
















LOS PERSONAJES

Los nombres de los personajes son en realidad motes. Esto era normal en Plauto. Por ejemplo, en el Miles Gloriosus llama al personaje principal Pirgopolinices, un nombre ridículo, que, traducido del griego, viene a decir algo así como castillo, fortaleza o monumento de mierda, de una especie de adobe que se hacía con excrementos de caballos. A ese personaje yo le he puesto Pinchapeces.
Pero el poner motes a la gente era normal tanto en Roma, como en Atenas, una cosa que heredamos de ambos, de tal forma, que en los pueblos de España es más corriente conocer a la gente por el apodo que por su nombre y apellidos.
Los nombres de Aristocles, Tito Maccio y Marco Tulio son absolutamente desconocidos por el 99 % de la gente. Fue el pueblo el que les puso un mote con el que pasaron a la posteridad: Platón, Plauto y Cicerón. Estos motes eran alusivos a sus características físicas: Platón, por sus anchas espaldas u omoplatos; Plauto, por sus pies planos; Cicerón por una gran verruga que tenía en la mejilla., como una cicera_ una variedad de garbanzo pequeño y anguloso_ en latín cicêra. Pero como la verruga era grande le pusieron el superlativo de Cicerón.
              No es, por tanto, un recurso gratuito o barato para hacer gracia, por lo que puse nombres ridículos a mis personajes, sino por ser fiel al autor en el que me he inspirado para hacer esta obra, y en las costumbres del pueblo romano durante la República en el siglo II a. C.
Esta explicación viene a cuento porque a raíz de su estreno en Mérida, un crítico dijo que había recurrido a esos nombres por motivos de comicidad barata. Sirva esto para ilustrar a tan “erudito” fustigador del trabajo de los autores españoles vivos, y al que se le cae la baba ante cualquier basura extranjera.

Después de cinco representaciones en Mérida, se representó también en el Conde Duque de Madrid, en el Teatro Romano de Sagunto, en el Teatro Romano de Málaga, en el Castillo de Olite, Navarra, en el Teatro Arriaga de Bilbao, en la plaza de toros de Almendralejo, en Villanueva de la Serena y en Santa Amalia.





PRIMERA PARTE
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ACCIÓN Y DECORADOS

El escenario tiene tres centros de interés en los que transcurre la acción:

A la izquierda, en último término, el templo de Venus. Es una estructura practicable que nos permite ver el altar de la diosa cuando la acción lo requiere, o solo la fachada, cuando en el templo no pasa nada. Esta fachada puede ser un telón de gasa pintado, en que solo se ve el interior si esta iluminado. No es un templo romano. No sabemos si es griego, ibero o cartaginés. En cualquier caso se trata de un templo viejo que ha servido durante varias civilizaciones a los pescadores.
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El tercio derecho lo constituye un jardín romano. Pero no corresponde a una gran mansión, sino a una humilde casa. Sin embargo, el jardín denota que en esa casa vive alguien que es romano, o tiene simpatía por ellos, pues toda su ornamentación, aunque humilde, corresponde a un parterre romano. Al fondo del jardín vemos la fachada de la casa. Es de una sola planta. La puerta principal esta situada en el centro; a su derecha, una ventana. En medio de ambas, hay un ara con el lar de la casa.
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El espacio que hay entre el templo y el jardín es, prácticamente, toda la escena, ya que el templo solo ocupa el rincón izquierdo del foro, y el jardín, un tercio de la escena, pero en diagonal. Desde el foro a primer termino derecha. El foro es el mar y todo lo demás es cielo, gris o azulado, según lo requiera la acción. Al zocuello del templo hay una barca en reparación y redes colgadas al sol, arpones y otros utensilios de pesca. Pero todo ello es de una gran pobreza.
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EMPIEZA LA ACCIÓN
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La escena está en penumbras. Se oye el fragor del viento. Un relámpago ilumina fugazmente la escena. Momentos después se oye un enorme trueno. A continuación una lluvia torrencial inunda toda la escena. Por el foro se oye el bramido de las olas al romper. El templo se ilumina lentamente. Vemos el altar de la diosa Venus, a las MUJERES, arrodilladas y a la SACERDOTISA, de pie, elevando a la diosa la siguiente plegaria:
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SACERDOTISA
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                              ¡Oh, Venus, diosa inmortal!
A Eolo, dios de los vientos,
a Júpiter truculento,
a Neptuno, dios del mar,
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sosiégales con tu amor
para que haya bonanza
y venga la luz que lanza
Apolo, el gran dios del sol.
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MUJERES
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Que los pobres pescadores
en sus oficios marinos
lleguen bien a sus destinos
sin daños ni sinsabores.
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SACERDOTISA
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¡Piedad, Venus poderosa!
¡Piedad por estos obreros,
por los llantos lastimeros
de sus queridas esposas!
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¡Gloria, diosa de bondad!
¡Gloria, mi diosa adorada!
¡Gloria, diosa venerada
por toda la eternidad!

Las MUJERES se levantan, salen del templo y van al foro mirando al mar. La luz del templo se desvanece. Los truenos se han ido alejando y amaina el viento.

ÁTICA.- (DENTRO) ¡Vamos, hispanos inútiles, salid ya de una vez antes de que la tormenta arrase el jardín! (Entran dos ESCLAVOS hercúleos con la cabeza rapada) ¡Recoged los jarrones y las macetas! ¡Meted el triclinio y la mesa! ¡Vamos, rápido!

Mientras los ESCLAVOS continúan con su actividad de meter en casa todo lo que les han ordenado, va amaneciendo. Ya no llueve. Las MUJERES se van por el lateral derecho del foro, sin dejar de mirar al mar. Entran ÁTICA y GALO. La primera es una joven y escultural esclava personal, por lo que sus vestidos son bonitos. Él es un esclavo, también personal, por lo que no está tonsurado como los otros, y sus vestidos son también muy vistosos. Ella es la gobernanta de la casa y él es algo así como ayuda de cámara. ÁTICA, a pesar de su exuberante hermosura, es dura de carácter, o al menos intenta parecerlo, mientras que GALO es una “mariposa”, es decir, muy afeminado.
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ÁTICA.- ¡OH, dioses inmortales, qué tormenta más espantosa!
GALO.- ¡Qué relámpagos! ¡Qué truenos! ¡En mi vida he visto cosa igual! ¡Me tienen el cuerpo descompuestito! ¡Ah!
ÁTICA.- Porque eres un cobardita.
GALO.- ¡Ya saltó la griega pepona!
ÁTICA.- ¡Déjate de quejitas y vamos a poner bien el jardín! ¿Dónde se han metido esos malditos hispanos? ¡Vaya regalo que nos hizo Pinchapeces!
GALO.- Son nuevos y no conocen nuestras costumbres. Por lo demás, son unos tíos buenísimos. ¡Qué hombres! ¡Qué músculos!

Por el lateral izquierdo, primer término, entran cuatro SOLDADOS romanos custodiando a un prisionero atado con cadenas. Al frente de ellos va REBANACUELLOS. Este es un decurión corpulento y con cara de bestia parda. El prisionero es SERBIO, un joven arrogante y altanero, a pesar de los grillos que le aprisionan. El cortejo llega hasta la verja del jardín, cuya puerta está situada en primer término. REBANACUELLOS levanta la mano saludando a ÁTICA.
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REBANACUELLOS.- ¡Salud! ¿Vive aquí Casio Camilo Polión, más conocido por Piesplanos?
ÁTICA.- Sí; aquí vive.
REBANACUELLOS.- Traigo un regalo para su parienta, Julia, la BIEN PEINÁ, de parte de mi jefe, el gran centurión Pinchapeces.
ÁTICA.- ¿De qué regalo se trata?
REBANACUELLOS.- De éste esclavo. (A SERBIO) ¡Eh, tú, acércate! (SERBIO es empujado por los SOLDADOS y entra en el jardín. GALO lo contempla maravillado.  ¡Hala, ahí lo tienes!
ÁTICA.- ¿Otro esclavo? ¡Tu amo está tonto! ¡Pues como sean como los dos que nos regaló hace un mes, apañados estamos! Aquí, lo que necesitamos es dinero, vacas, corderos y gallinas para nuestra granja. Y tu amo, en vez de mandarnos comida, nos manda bocas para comer. ¡Tu amo está tonto perdido!

 Entra JULIA escoltada por los dos ESCLAVOS; ella se acerca al grupo y los dos ESCLAVOS quedan haciendo guardia a ambos lados de la puerta. JULIA es una matrona romana. Viste muy elegante, pero lo que más destaca de su atuendo es el peinado.  De ahí le viene el apodo de “La BIEN PEINÁ”.

GALO.- ¡Ay, Ática! Este esclavo no es como los demás. Parece un príncipe.
JULIA.- Es verdad. Pinchapeces es muy gentil.
REBANACUELLOS.- Os advierto que éste es un bicho malo. No os podéis figurar el trabajo que nos costó atraparlo. Y cuando ya estaba yo a punto de rebanarle, vino Pinchapeces y me dijo, dice: “¡No, a ese no me lo rebanes que lo quiero para un regalo!” ¡Bonito regalo! ¡Crucificado debería estar!
ÁTICA.- ¿Qué hacemos, ama? ¿Se lo devolvemos? Puede ser peligroso.
JULIA.- ¡No, qué va! También parecían peligrosos esos dos con tanta musculatura y ya los ves: más buenos y pacíficos no pueden ser(A REBANACUELLOS) Quitadle las cadenas. (Los SOLDADOS obedecen) ¡Anda, Galo! Llévatelo, dale un buen baño y lo vistes con ricas ropas. Tienes razón: Es un esclavo de lujo. Lo pondré a mi servicio personal.
GALO.- (A SERBIO) Vamos, macho hispano. Te voy a dar un friegue que te voy a dejar más limpio que una patena
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 Inician el mutis GALO y SERBIO. Los dos ESCLAVOS que están en la puerta, al ver a SERBIO se cuadran militarmente. GALO y SERBIO se van por la casa.

REBANACUELLOS.- Ya os he dicho que es un bicho malo; pero si os da problemas, me avisáis y os lo rebano. ¡Es que mi jefe es más tonto!
JULIA.- ¿Tú crees que tu jefe es tonto?
REBANACUELLOS.- Desde la batalla de Zama,[1]en la que vencimos a los cartagineses, está más tonto que una pava borracha. Pero es muy bueno y tiene muy buen corazón. A mi me deja degollar a todos los prisioneros condenados a muerte.
ÁTICA.- (APARTE) ¡Ay, que tío más bestia!
JULIA.- Por lo que se ve, a ti te gusta mucho (Con un gesto expresivo señalándose el cuello) rebanar.
REBANACUELLOS.- Sí, es mi debilidad. Por eso todos me llaman Rebanacuellos. Y es que yo en el fondo soy muy sentimental.
JULIA.- (Siguiéndole la corriente) Eso será porque degüellas con mucho sentimiento, claro.
REBANACUELLOS.- Sí. Yo rebano a los prisioneros porque me dan lástima.
ÁTICA.- (APARTE) ¿Pues qué hará éste tío cuando se enfada?
JULIA.- (IGUAL QUE ANTES) Claro; porque es una pena hacerlos prisioneros. ¡Con lo que se debe sufrir estando encerrado!
REBANACUELLOS.- ¡No, si yo no lo digo por eso! Es que la norma es crucificarlos; pero eso es una salvajada. Hay crucificados que tardan hasta tres días en morir con una espeluznante agonía. A veces, para que no sufran tanto, les rompemos las piernas y así mueren antes. De cualquier forma, no me gusta eso. En cambio, yo los rebano y no dicen ni pío. Pero a ese sí que me hubiese gustado crucificarlo porque es peligroso. Ahora, que si te da problemas, ya te lo he dicho, vengo y te lo rebano. ¿Mandas algo más?
JULIA.- No; muchas rebanadas. ¡Uy! Quiero decir muchas gracias.
REBANACUELLOS.- Bueno, pues aquí te dejo los papeles de la legalización.
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REBANACUELLOS saluda brazo en alto y dando media vuelta se va con sus SOLDADOS. Entra GALO corriendo todo alborozado.
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GALO.- ¡Qué belleza de hombre! ¡Esto sí que es un regalo, ama! ¡Cómo está el tío!
ÁTICA.- ¡Qué asco! ¡Qué ansia de hombre tienes!
GALO.- Claro, como tú tienes al amo, que te ronronea…
ÁTICA.- ¡Maldito mariquita, a mi no me ronronea nadie!
GALO.- (Serio) ¡Ja, ja y ja! (ÁTICA trata de golpearle, pero GALO se va corriendo)
ÁTICA.- (A JULIA, ruborizada) No creerás lo que dice ése, ¿verdad?
JULIA.- De mi marido me creo todo lo que me digan, pero a ti no te creo capaz de hacerme una faena.
ÁTICA.- Tu marido es un mujeriego, tú ya lo sabes. No sé porque le quieres tanto.
JULIA.- Si no le gustaran las mujeres, sería como Galo. Todos los hombres son iguales. Pero me molesta que mire con deseos a otras mujeres. Y, además, lo hace sin ningún recato. (Pausa) Ese esclavo me ha dado una idea. ¿Y sabes por qué le quiero poner a mi servicio personal? Pues para darle celos, para que se entere de lo que se sufre con la infidelidad.
ÁTICA.- Yo le pondría al servicio del amo y a Galo, contigo. Tú sabes que tu marido le odia.
JULIA.- Ya lo sé. Puse a Galo a su servicio porque así tengo un confidente y un aliado, pues no es la primera vez que le ha chafado alguna aventura.
ÁTICA.- ¿No será peligroso dar celos a tu marido?
JULIA.- Mi marido no tiene celos, ni se preocupa por nada. Ahí le tienes durmiendo a pesar de la tormenta. Ni un rayo le conmueve.
ÁTICA.- Pues, si así lo quieres, yo también seré tu aliada. Voy a preparar el baño.
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ÁTICA inicia el mutis por la puerta del foro, pero en ese momento entra PIESPLANOS y se cruzan en el camino. Este mira a su mujer y al verla de espaldas le tira un pellizco a ÁTICA.
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ÁTICA.- ¡Buenos días, amo! (Aparte) ¡Déjame!
PIESPLANOS.- Tú sí que estás buena.
ÁTICA.- ¿Has dormido bien?
PIESPLANOS - No; he tenido una horrible pesadilla. He soñado con una tormenta. (Se despereza y bosteza) Tengo que ir al astrólogo para que me interprete ese sueño.

           ÁTICA hace mutis riendo.

JULIA.- Ese sueño te lo puedo interpretar yo.
PIESPLANOS.- ¿Tú? ¿Pero tú sabes interpretar sueños?
JULIA.- Sí, mira: ese sueño significa...
(PIESPLANOS la escucha con mucho interés) Significa que tienes una pachorra más grande que un obelisco. ¿Es que no te cansas de dormir tanto?
PIESPLANOS.- ¡Qué va! Yo durmiendo resisto mucho.
JULIA.- ¡Ah! ¡Qué sería de esta casa si no fuera por mí!
PIESPLANOS.- ¡Como debe de ser! En la casa del hombre macho quien manda es la mujer. ¡Reina mía!
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            Trata de abrazarla, pero ella le rechaza.
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JULIA.- ¡Déjate de zalamerías! Por culpa de tu cachaza,    los malditos cartagineses nos robaron a nuestra hija cuando derrotaron a nuestro ejército en la batalla de Cannas,  cuando solo contaba un añito.
PIESPLANOS.- De eso hace ya diecinueve años. Hay que olvidar.
JULIA.- Aunque pasen mil, siempre la recordaré. ¡Mi pobre niña! ¡Qué habrá sido de ella! Hoy cumpliría veinte años. Mi corazón me dice que mi hija vive y tengo la esperanza de encontrarla algún día
PIESPLANOS.- Hoy no podrías conocerla y con eso lo que consigues es mortificarte y ponerme nervioso.
JULIA.- ¿Nervioso tú?
PIESPLANOS.- ¡Sí, yo! A mi amigo Pinchapeces le han ascendido el mes pasado a centurión y desde entonces no le he vuelto a ver. Hemos venido a Hispania en busca de fortuna.
JULIA.- (Imitando los andares de su marido) Pues al paso que tú vas la vas a alcanzar pronto.
PIESPLANOS.- Tú eres muy lista, pero en cuanto a negocios no entiendes nada. Hispania es riquísima en ganadería, agricultura y minería. ¿Y quién manda hoy en Hispania? Los militares. ¿Y qué es mi amigo Pinchapeces? ¡Militar! Y ese, con un poco de suerte, me tiene que conseguir un cargo de recaudador de impuestos en esta zona, con el que nos haremos ricos en un par de años. Por eso estoy nervioso por el tiempo que hace que no le veo. Pero vendrá y me dará el cargo. (Soñador) ¿Y sabes tú qué haría yo siendo rico?
JULIA.- Claro. Dormir más y mejor
PIESPLANOS.- ¿Yo rico y con dinero en el bolsillo me iba a quedar en la cama? (JULIA le mira. Él se percata de que ha delatado sus orgiásticas intenciones y trata de arreglarlo ¡Pues no, señora! Me levantaría de madrugada para estar más tiempo llamándote ¡guapa!
JULIA.- ¡Anda ya, so tonto! ¿Pero tú crees que ese idiota de Pinchapeces tiene suficiente influencia para conseguirte ese cargo?
PIESPLANOS.- ¿Que si tiene influencia Pinchapeces? ¡Un centurión de Escipión, El Africano, el vencedor de Aníbal, el conquistador de Hispania! Toda la que quiera y más. Por eso la amistad con Pinchapeces es para mí importantísima.
JULIA.- No sé. Yo, de ese tío tan tonto no me fío. En fin; allá tú. Por cierto: Hace un rato ha venido el Rebanacuellos a traerme un regalo de tu amigo.
PIESPLANOS.- ¿Lo ves? ¡Si ya te he dicho yo que me quiere mucho porque somos amigos desde la infancia! ¿Y qué te ha regalado esta vez?
JULIA.- Un esclavo.
PIESPLANOS.- ¿Otro esclavo?
JULIA.- Sí; pero el de hoy es distinto: Es un esclavo de lujo.
PIESPLANOS.- Siendo así, es un buen regalo. Un esclavo de lujo puede valer medio millón de sestercios.
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Se frota las manos. Entra GALO seguido de SERBIO. Este viene bien vestido, limpio y peinado. GALO se lo presenta a JULIA muy contento. PIESPLANOS lo contempla y queda admirado, pues considera que se ha quedado corto en valorarlo. Se frota las manos de contento. Pero ve a JULIA, que contempla a SERBIO arrobada y frunce el ceño. JULIA sabe que su marido la está mirando y suspira con intención.
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JULIA.- ¡Qué belleza de esclavo! ¡Es un Adonis!
PIESPLANOS.- (Contrariado) Mañana lo llevo al mercado de Cádiz.
JULIA.- ¡De eso, nada! Este esclavo es mío y no se vende.
PIESPLANOS.- ¡Entonces que le rapen la cabeza y le vistan como a los otros!
JULIA.- Pinchapeces lo ha elegido para esclavo personal mío porque un bellezo como éste no se encuentra todos los días. Me gusta con esos pelos y esos vestidos. Gracias, Galo. Eres un artista.
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PIESPLANOS da vueltas alrededor de SERBIO mirándolo de arriba abajo.
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PIESPLANOS.- ¿De dónde eres, esclavo?
SERBIO.- (Altanero) Yo no soy esclavo. Soy prisionero.
PIESPLANOS.- ¡Y encima, insolente! ¡Nada, nada! Mañana lo llevo al mercado. Es peligroso.
JULIA.- Pues yo le diré a Pinchapeces que el hermoso regalo que él me hizo tú se lo has despreciado y lo has vendido.
PIESPLANOS.- Si le dices eso no me dará el cargo.
JULIA.- Claro; por eso me tengo que quedar con él.
PIESPLANOS.- (A SERBIO, con gesto homicida) Conque tú no eres esclavo, ¿eh?
SERBIO.- No.
PIESPLANOS.- Cuando pruebes el látigo y el ergástulo...
JULIA.- No quiero que lo encierres bajo tierra ni que marques su cuerpo con las túrdigas. (Muy coqueta) Yo sabré dulcificar su carácter.
PIESPLANOS.- ¡Julia, que me estás mosqueando!
JULIA.- Tu siempre tienes la mosca encima. Naciste cansado.
PIESPLANOS.- ¡Que vamos a tener disgustos gordos!
JULIA.- Por mi culpa no ha de ser.
PIESPLANOS.- ¡En esta casa mando yo y se ha de hacer lo que yo diga!
JULIA.- Antes dijiste que en la casa del hombre macho quien manda es la mujer.
PIESPLANOS.- ¿Cuándo he dicho yo esa tontería?
JULIA.- Hace un rato(Da unos pasos hacia primer término. PIESPLANOS. la sigue. Aparte) ¿Se puede saber por qué le tienes tanta manía a ese apuesto joven?
PIESPLANOS.- Pues por eso mismo: porque es apuesto y es joven. (Aparte) Este encandila a Ática y me la pisa.
JULIA.- ¿Y por qué más? (Silencio) ¡Vamos, Habla! (Silencio) Le tienes manía porque crees que me ha encandilado su belleza. ¿No es por eso? (Silencio) ¿Pero tú te has creído que yo soy tan casquivana y tan sinvergüenza como tú, que en cuanto ves una mujer guapa se te cae la baba?
PIESPLANOS.- ¿Que a mí se me cae la baba cuando veo una mujer guapa? ¡Ay, qué injuria! ¡Pero si a mí solo me gustas tú!
JULIA.- No trates de negar lo que sé con absoluta certeza. Sé que asedias a Ática constantemente.
PIESPLANOS.- (Aparte, mira a GALO, que sigue retocando el vestido de Serbio y le da una patada en el culo) Encima de maricón, chivato. (A JULIA) ¡Eso es mentira!
JULIA.- Te has puesto como un energúmeno al sospechar que yo podría serte infiel. Pues eso te puede servir de referencia para saber lo que sufro yo con tus infidelidades. Pero escucha bien lo que te voy a decir muy seriamente: El día que yo te sorprenda tocándole un solo pelo a Ática te vas a enterar de quién es Julia “LA BIEN PEINÁ”. Porque tú sabes que yo, cuando se me toma el moño, soy una fiera. ¿O no?
PIESPLANOS - (Apabullado) No te pongas así, lucerito mío. ¿Tú quieres tener ese esclavo? ¡Pues te quedas con él para siempre! ¿Te voy yo a negar un capricho a ti, mi vida? Vamos, que en cuanto vea a Pinchapeces le digo que me traiga media docena como ese. ¡Tener celos yo de ti, que eres la mujer más buena y más trabajadora que las abejas, que tan rica miel nos fabrican! Lo que pasa es que me consideras un zángano y que como zángano, debo morir. (Haciendo pucheros) ¡Sí, moriré, porque tu enfado conmigo será mi muerte!  (Entra ÁTICA)
ÁTICA.- El baño está preparado.
JULIA.- ¡Qué tormento de hombre! Anda, vamos a tomar el baño, a ver si se te pasa esa verborrea fúnebre.
PIESPLANOS.- Eso te lo digo porque me sale del alma.
JULIA.- ¡Qué tontito es! Vamos, vamos.
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Inician el mutis los dos. JULIA va delante. Él vuelve la cabeza para mirar a ÁTICA y le dice:

PIESPLANOS.- (Aparte) ¡Hermosa!

 Mutis. Tras ellos se van GALO y los dos ESCLAVOS. ÁTICA está embelesada mirando a SERBIO.

Se oye el coro de las MUJERES de los PESCADORES.
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MUJERES. (Dentro)
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Vapuleados por el mar,
por las olas abatidos,
ya vienen nuestros maridos:
Han conseguido llegar.
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Entran las MUJERES y los PESCADORES tirando de dos cuerdas amarradas a la barca hasta que esta queda varada en el foro.
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¡Lucha, trabajo y valor!
¡Qué hombres tan admirables!
¡Qué vida tan miserable,
la vida del pescador!
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PESCADORES
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Toda la noche a brazadas
contra el mar embravecido.
Mas lo hemos conseguido:
Las redes están atestadas.

Una vez la barca en su sitio, sueltan las cuerdas y se abrazan. Después entregan las nasas con el pescado a las MUJERES. Todo esto durante el tiempo que dure la música.




                   MUJERES.

¡Ven a mis brazos, amor mío!
¡Estás a mi lado, mi amor!
¡Qué amargo es el temor
de perderte algún día!

¡Lucha, trabajo y valor!
¡Qué hombres tan admirables!
¡Qué vida tan miserable
la vida del pescador

PESCADORES

La brega del pescador
es labor muy peligrosa;
la mar se pone furiosa
con el viento y su fragor.

Mas no arredra la porfía
nuestro trabajo esforzado;
hay que sacar el pescado
para comer cada día.
.
MUJERES
.
¡Lucha, trabajo, valor!
¡Qué hombres tan admirables!
¡Qué vida tan admirable
                    la vida del pescador.
.
Recemos una oración
a la Venus poderosa
para pedir a la diosa
auxilio y protección.
. 4
.
PESCADORES
.
La protección es tu amor,
que cada día me espera.
Toda mi vida entera
lucho por darte calor.
.
MUJERES
.
¡Lucha, trabajo, valor!
¡Que hombres tan admirables!
.
PESCADORES

Qué esposas tan adorables
¡Qué bonito es el amor!
.
         (Se van por la izquierda)
.
Entra GALO.

ÁTICA.- ¡Vamos, es tarde y hay mucho que hacer! Ve a preparar el desayuno y que esos dos hispanos vayan limpiando la casa y haciendo las camas.
GALO.- ¡Estás tú lista! Esos dos ni saben ni quieren trabajar; bien lo sabes tú. Dicen que ese trabajo es de mujeres. Prefieren trabajar en la granja o en la huerta.
ÁTICA.- ¡Trabajarán donde se les ordene, y si no obedecen, serán azotados!
SERBIO.- ¿Por qué? Ellos no se niegan a trabajar; solo piden respeto a su dignidad.
ÁTICA.- Los esclavos no tienen nada suyo. ¿Qué es la dignidad?
SERBIO.- La dignidad es la antorcha que ilumina el camino de la libertad.
ÁTICA.- ¿Y qué falta nos hace la libertad? Esos pescadores y sus mujeres son libres, pero viven en la más absoluta miseria. Yo no echo de menos la libertad.
SERBIO.- Nada se echa de menos hasta que no se necesita.
ÁTICA.- Nada necesitamos los que vivimos en casa de los amos. Lo tenemos todo. Tal vez los que trabajan en las canteras o en las minas les resulte pesada la carga.
SERBIO.- Entre esos que trabajan en las canteras y tú solo existe una diferencia: sus cadenas son de hierro; las tuyas, de oro. Ellos lucharán por librarse del yugo que les oprime; tú serás siempre esclava, porque amas tus cadenas y no odias la esclavitud.
ÁTICA.- De nada sirve odiar lo que no tiene remedio.
SERBIO.- Nada hay que no tenga remedio. Mi espíritu es libre y jamás se doblegará. Soy prisionero e intentaré escapar.
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Por el foro, donde se sitúa el mar, aparece una barca pequeña y en ella podemos advertir una mujer desvanecida.
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ÁTICA.- ¡No lo hagas! El castigo para los que huyen es la muerte en la cruz. Tú me recuerdas a los hombres de mi tierra, Grecia: eres culto y los romanos aprecian mucho esos valores. Te darán un cargo importante que tú puedas desempeñar y con el tiempo te darán la libertad.
SERBIO.- Ser libre y estar a su servicio es traicionar a mi pueblo, al pueblo ibero. ¡Escaparé!
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SERBIO ve la barca y corre hacia ella. ÁTICA cree que huye.
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ÁTICA.- ¡No huyas! ¡Te matarán!
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SERBIO ha llegado a la barca y rescata a LIBIA, que esta inconsciente, y la conduce en brazos hasta el centro de la escena, fuera del jardín. La posa suavemente en el suelo apoyando el torso sobre la barca de los pescadores. Entra GALO y los dos ESCLAVOS con platos y observa la escena.
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GALO.- (A SERBIO) Ven. Tráela y la echaremos en el triclinio.
SERBIO.- No. Esta mujer es libre y si la metemos en esa casa la esclavizarán.
ÁTICA.- (COMPLACIDA) Sí; es cierto. Lo mejor es llevarla al templo.
SERBIO.- ¡Por todos los dioses! ¡Qué maravilla de mujer!
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           ÁTICA se siente incómoda
.
GALO.- La buena sacerdotisa la cuidará.
SERBIO.- ¿Y qué menos puede hacer una sacerdotisa con una diosa?
GALO.- Tampoco es para tanto. ¡Ah, estos hombres! Vamos guapa, te llevaremos al templo.
LIBIA.- (Volviendo en sí, musitando) ¿Dónde estoy?
SERBIO.- Estás a salvo y entre amigos.
.
LIBIA da un gran suspiro y vuelve a desvanecerse. GALO se dispone a llevarla
.
ÁTICA.- Deja que la lleven ellos. (Por los esclavos) Tú sigue sirviendo el desayuno.
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Los ESCLAVOS llevan a LIBIA al templo. GALO vuelve al jardín. SERBIO contempla maravillado a LIBIA hasta que desaparece en el templo. ÁTICA observa a SERBIO, que parece ahora estar muy alegre. Mejor dicho, alucinado.
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ÁTICA.- Toda la aflicción de hace unos instantes se te ha tornado en alegría y felicidad.
SERBIO.- ¿Has visto alguna vez criatura tan bella?  (ÁTICA siente un poco de amargura y frustración, que no puede disimular. SERBIO lo advierte) ¿Qué té pasa? Te has puesto triste de repente.
ÁTICA,- No es nada. (Pausa. ÁTICA solloza) Soy muy desgraciada, Serbio. De pronto se me ha venido a la mente algo que hace tiempo tenía olvidado. Yo era una adolescente cuando me vendieron como esclava. Aquello me separó para siempre de un muchacho, al que adoraba. Me sentí morir e hice todo lo posible por olvidarlo, quise olvidarme hasta de mi condición de mujer y se endurecieron mis sentimientos y mi sensibilidad. Me sentí a gusto de ser esclava de lujo. Hasta que apareciste tú, y ahora... esa niña... (Llora)
SERBIO.- No te preocupes, Ática. Cuando menos te lo esperes aparecerá un nuevo amor en tu vida.
ÁTICA.- Pero soy esclava y no me está permitido el matrimonio. Solo puedo vivir en contubernio, apareada como un animal, sin potestad sobre mis hijos, que en cualquier momento pueden ser vendidos como esclavos. ¡Ahora siento odio por la esclavitud! (Llora) Aunque sea con cadenas de oro.
SERBIO.- Se te ha empezado a iluminar el camino de la libertad.
ÁTICA.- ¡Sí, Serbio! ¡Quiero ser libre y puedo lograrlo! Tengo dinero de mi peculio y puedo comprar mi libertad y la tuya. ¡Podemos ser libres y vivir juntos lejos de aquí!
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ÁTICA espera ansiosa la respuesta de SERBIO, pero entran los dos ESCLAVOS que llevaron a LIBIA y eso acapara su atención.
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SERBIO.- ¿Qué tal está?
ESCLAVO.- Muy bien, mi capitán.
SERBIO.- ¡Chist! Nadie debe saber quién soy. ¿Está bien ella?
ESCLAVO.- Sí; la Sacerdotisa le ha dado de beber y se encuentra bien. Creo que va a salir.
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Los ESCLAVOS se van. Entra LIBIA. ÁTICA entra en el jardín y se oculta tras una columna, observando a la pareja.
.
LIBIA.- Dónde están tus compañeros.
SERBIO.- (Tímido, indicando la casa) Se han ido.
LIBIA.- ¡Qué pena! Ni siquiera me han dado tiempo de darles las gracias por haberme salvado la vida.
SERBIO.- Yo... yo... He sido yo quién te ha rescatado de la barca.
LIBIA.- (Contemplándole asombrada) ¿Tú?
SERBIO.- Sí. (Aparte) ¡Dioses, qué nervios!
LIBIA.- (Se acerca a él, muy femenina) ¿Entonces, te debo la vida?
SERBIO.- No... No tiene importancia. (La tiene muy cerca de sí y se miran a los ojos. Pausa)  ¡Qué bonita eres! ¿Nunca te han dicho que eres preciosa?
LIBIA.- (Muy halagada, se ruboriza un tanto) Sí; pero nunca con una mirada tan limpia ni tanta dulzura en la voz. ¿Cómo te llamas?
SERBIO.- Serbio. ¿Y tú?
LIBIA.- (Con un halo de tristeza) Puedes llamarme Libia.
SERBIO.- ¿De dónde eres?

LIBIA

No sé; tal vez soy romana.
  Siendo niña me dijeron
que mis padres fallecieron
allá en tierras lejanas.
.
Como hija me adoptó
una familia fenicia,
y he de decir en justicia
que con amor me cuidó.
.
Pero Roma invadió
toda la Iberia fenicia
y con horror y codicia
a todos esclavizó.
.
También yo esclava fui
vendida en un mercado;
pero me he liberado
a punto de sucumbir.

Serbio: tú me has salvado;
                               mi amo yace en el mar;
ya ha purgado su mal,
pues era un desalmado.

Así tuvo que morir
quien me compró como esclava,
pero estoy angustiada
porque no sé dónde ir.
               
           Solloza. SERBIO la abraza con ternura, protector.

SERBIO.- No llores, Libia. Yo te protegeré.
LIBIA.- Perdona, no lloraré más. Te lo prometo.
SERBIO.- Así quiero verte siempre: sonriente y feliz.
LIBIA.- Sí. ¿Qué mejor regalo puedo hacer a mi salvador? (Le da un beso en la mejilla. SERBIO se estremece y la abraza contra su pecho, acariciando sus cabellos) ¿Por qué no entraste en el templo con tus compañeros? ¿Eres acaso pescador y por eso viste mi barca?

Pausa. SERBIO se separa de ella y se vuelve de espaldas, contrariado. Ella se acerca a él, que está con la cabeza baja. Le coge por la barbilla y le obliga a mirarla.

LIBIA.- ¿No me escuchas? ¿Qué té pasa? ¿Por qué te has puesto tan triste de repente?
SERBIO.- ¡Soy el más desgraciado de todos los mortales!
LIBIA.- No digas eso. ¿Tú también tienes amargos recuerdos? ¿Tal vez el mar te arrebató al ser querido? No te aflijas. Yo estoy contenta. ¡Soy libre! Yo también quiero verte sonreír.
SERBIO.- ¡No puedo! ¡Malditos todos los dioses!

LIBIA le mira asustada. El se percata de ello y trata de serenarse.
.
LIBIA.- ¡Oh! ¿Por qué blasfemas?
SERBIO.- Libia... yo... yo... yo no soy pescador. Soy un prisionero convertido en un ¡miserable esclavo!
LIBIA.- Eso no disminuye mi agradecimiento ni mi afecto por ti. (Sonríe) Tú eres mi salvador. ¿Lo has olvidado ya?
.
SERBIO, exaltado, la coge por los hombros casi con violencia.
.
SERBIO
.
No me entiendes. ¡Yo te quiero!
Quiero vivir a tu lado,
pero estoy encadenado
como esclavo, prisionero.
.
Pero el destino ha querido
en el camino encontrarnos.
La solución es fugarnos
para vivir siempre unidos.
.
LIBIA
.
¿Sabes cual es el castigo
de huir de la esclavitud?
¡Los cuelgan de una cruz!
No puedo irme contigo.
.
SERBIO
.
Ser esclavo es más muerte
                       que clavarte en una cruz.
Pero has venido tú
y mi desgracia es suerte.
.
 Iremos lejos por mar.
Huyamos de los tiranos,
pues si los dos nos amamos
¿qué te puede inquietar?
.
LIBIA se vuelve y no responde. El se da cuenta de que su propuesta no es aceptada por ella. Pausa.
.
SERBIO.- Perdona. Me he atribuido un derecho que no tengo sobre ti. Perdona si te he molestado. (Inicia el mutis hacia el jardín) Adiós.
LIBIA.- ¡Espera! (LIBIA va hacia él) Eres tan vehemente que ni siquiera me has dado tiempo a reaccionar. Mi buen amigo. Mi salvador de la muerte. ¿Me crees tan insensible como para quedar indiferente ante tu apasionada declaración?
SERBIO.- ¿Entonces, me amas tú también?
LIBIA.- No sé si estoy soñando o delirando sin sentido en el fondo de la barca.
SERBIO.- ¡No! ¡Es una hermosa realidad!
LIBIA.- Sin embargo, mi destino es más incierto que nunca.
SERBIO.- No. ¡Eres libre!
LIBIA.- Sí; es cierto. Mi amo murió en el naufragio...
SERBIO.- La solución es huir.
LIBIA.- No. Pueden crucificarte. Es mejor separarnos y pensar que este momento no ha existido, que solo ha sido una fantasía de nuestra imaginación.

Le da un beso en la mejilla y corre hacia el templo. SERBIO se acaricia la mejilla, extasiado. Pausa. Se vuelve, mira alrededor. LIBIA ya no está.

SERBIO.- ¿Habrá sido un sueño? ¡Oh, sí! La tormenta ha desprendido una estrella del cielo y yo he sido cegado por su resplandor.

ÁTICA sale de su escondite y va al encuentro de SERBIO. En ese momento entran JULIA y PIESPLANOS.

ÁTICA.- Vamos a la casa, no sea que se enfaden los amos.
PIESPLANOS.- (Aparte, mirando a ÁTICA y a SERBIO) Ya me la está camelando. ¡Nada, que me la pisa! A éste lo capo yo. (Alto, a SERBIO) ¡Eh, tú! ¿Dónde está esa mujer que has rescatado de las aguas?
SERBIO.- ¡Una mujer! Luego no estoy soñando.
PIESPLANOS.- ¡No te hagas el tonto! Has realizado un trabajo y yo soy dueño del producto. Esa mujer me pertenece. ¡Tráela aquí inmediatamente!

LIBIA se asoma en la puerta del templo y observa lo que pasa. Tras ella sale la SACERDOTISA, y quedan expectantes.
.
SERBIO.- No. Esa mujer es libre y está refugiada en el templo. No consentiré que entre en esta casa.
PIESPLANOS.- Tendré que enseñarte la disciplina que requiere tu condición. (A GALO y a los ESCLAVOS) Bajadle al ergástulo y dadle veinte latigazos.
SERBIO.- Los romanos sois una raza de rapaces asesinos. Podrás matarme, pero jamás lograrás que incline la cabeza ante ti.
ÁTICA.- (Aparte a SERBIO) ¿Por qué has dicho eso? Lo has estropeado todo.
SERBIO.- Has sido tú quien les ha dicho lo de esa niña.
ÁTICA.- Yo no he dicho nada.
GALO.- He sido yo quien lo ha dicho. Pero no lo he hecho con mala intención.
PIESPLANOS.- (Aparte) Se ve que está loca por él. Lo capo, lo capo. (Alto) ¡Lleváoslo ya!
ÁTICA.- (A GALO y a los ESCLAVOS) El que se atreva a tocarlo se las verá conmigo.
GALO.- ¿Yo voy a maltratar a ésta hermosura de hombre? ¡Grosera!

GALO indica a los ESCLAVOS que le ayuden y entre los tres lo conducen hacia el interior de la casa.

PIESPLANOS.- Se va a enterar ése niñato de quién manda en esta casa.

           Se echan en el triclinio y comen.

LIBIA.- (Asustada) ¡Le van a flagelar! ¡Y ha sido por mi culpa!
SACERDOTISA.- No te preocupes. Conozco a Galo y a Ática y no lo harán. De todas formas, yo intercederé por él. Ahora solo me importas tú y tú futuro.
LIBIA.- Mi futuro es más tenebroso que mi pasado. ¿Qué va a ser de mí, madre sacerdotisa?
SACERDOTISA.- Debes tener fe en los dioses.
.
LIBIA
.
¿En qué dios debo confiar?
¿En quien conduce los vientos?
¿En el que gobierna el sol?
¿En el que reina en los mares?
¿En la diosa del amor?
A todos ellos he rogado,
  mas ninguno me escuchó.
Al que con ansia he buscado
es al dios de los que sufren,
al que a los pobres da paz,
consuelo a los que sienten.
  ¿Pero dónde está ese dios?
¡A ese dios quiero rezarle!
.
SACERDOTISA
.
No busques más, niña mía,
reposa en paz sin temor;
ese dios que tú anhelas,
vivo está en tu corazón.
.
Si hay un dios de los vientos
y la diosa del amor,
el dios de los afligidos
vivo está en tu corazón.
.
Si son muy grandes los mares
e intensa la luz del sol,
el más bello sentimiento
                     vivo está en tu corazón.
.
Porque los dioses bendicen
la caridad, que es amor;
y ese don tan exquisito
vivo está en tu corazón.
.
No busque más, niña mía,
reposa en paz sin temor;
ese dios que tú anhelas,
vivo está en tu corazón.
.
LIBIA.- ¿En mi corazón, dices?
SACERDOTISA.- Sí. La morada que los dioses prefieren no es el templo, donde los recluimos, sino el alma de los humanos; pero solo en los limpios de corazón encuentran cobijo. Y el tuyo es puro. Por eso los dioses, como en el más sagrado de los templos, vivos están en tu corazón.
LIBIA.- ¡Qué paz y qué bien me das, madre sacerdotisa!
SACERDOTISA.- Pues confía en Venus, la diosa del amor.
LIBIA.- ¡Pero a él lo han llevado al ergástulo!
SACERDOTISA.- Ten paciencia; todo se arreglará.

  Se arrodillan las dos ante el altar y quedan en actitud oferente.

  ÁTICA entra con un pequeño busto de piedra en la mano y queda pensativa en la puerta de la casa. Detrás aparece GALO. Hablan aparte, sin ser oídos por JULIA y PIESPLANOS.
GALO.- ¿Qué haces con la imagen de la niña? Sabes que es una reliquia para ellos. Te castigarán.
ÁTICA.- ¡Calla! Estoy urdiendo una estratagema. Serbio quiere huir con ella. Voy a intentar que la adopten como hija.
GALO.- Estás enamorada de él, y en vez de alejarle de ella, vas a ponerla a su lado. No te entiendo.
ÁTICA.- Si la adoptan como hija no podrá tener relaciones amorosas con un esclavo, ¿Comprendes ahora?
GALO.- ¡Ah, lagartona, qué astuta eres! Pero yo, por si acaso, no quiero estar en el medio.

Mutis de GALO.  ÁTICA se acerca al triclinio.  JULIA la ve y se levanta de un salto.

JULIA.- ¡Qué haces con la imagen de mi hija!
ÁTICA.- Perdóname, ama. Esa muchacha me ha parecido el vivo retrato de tu hija y quería cerciorarme a la luz del sol.

           Ática inicia el mutis.

JULIA.- ¡Espera! ¿Dices que esa chica se parece a mi hija?
ÁTICA.- Sí, ama. La pobre está sola en el mundo. Es náufraga.
JULIA.- Tengo interés en conocer a esa niña.
ÁTICA.- ¡Pues, ven! ¡Yo te la presentaré!

  ÁTICA sale del jardín y corre al templo, habla con la SACERDOTISA y LIBIA y las tres salen al atrio, al tiempo que se acerca JULIA y PIESPLANOS, este no de muy buena gana.

JULIA.- Buenos días, madre sacerdotisa. Hola, niña. ¿Cómo te llamas? ¿De dónde vienes?
LIBIA.- Mi nombre es Libia. El barco en que viajaba, naufragó.
JULIA.- ¿Y no tienes familia?
LIBIA.- No.
JULIA.- Madre sacerdotisa: Tú sabes que me robaron a mi hija hace diecinueve años. Si, como dice, no tiene familia, yo quiero adoptarla como hija.
SACERDOTISA.- ¿Con todas las prerrogativas que le confiere la ley?
JULIA.- ¡Naturalmente!
SACERDOTISA.- ¿Tu marido consiente y otorga?
JULIA.- ¡Claro que sí!
PIESPLANOS.- Yo no he dicho...
JULIA.- ¡Tú, te callas! (A la SACERDOTISA) Él, acepta.
PIESPLANOS.- Yo no quiero más gente en mi casa, porque...
JULIA.- (Dándole un codazo, aparte) ¡O te callas, o me oyes!
PIESPLANOS.- Bueno, por no oírla... Está bien, acepto.
LIBIA.- ¿Y es que yo no cuento para nada? ¿Acaso soy esclava para que se me trate como mercancía? ¡Yo no acepto! ¡No quiero ser hija de ese monstruo que de forma tan despiadada trata a sus esclavos!
PIESPLANOS.- ¡Pues, mira, niña! Por mí, te puedes ir a...
JULIA.- (A PIESPLANOS, dándole un codazo) ¡Cállate, animal! (A LIBIA) Estoy dispuesta a perdonar a ese esclavo, incluso a premiarle por haberte salvado la vida.
LIBIA.- Y cuando yo acepte, le volveréis a castigar. ¡No, no, no! (Pausa) Solo aceptaré con una condición: daréis la libertad a ese hombre.
PIESPLANOS..- ¡Eso no te lo crees ni tú! (Codazo de JULIA)
JULIA.- ¡Vale, acepto! Considéralo libre desde este momento. (A ÁTICA) Ática, ve inmediatamente y que liberen a ese hombre.
ÁTICA.- (Desconcertada) ¿Liberar a Serbio?
JULIA.- Sí. ¡Inmediatamente! (Pausa. ÁTICA no acaba de creer lo que le dice) ¡Vamos, rápido!
ÁTICA.- Sí, ama. (Se va corriendo, sollozando) ¡Oh, dioses, socorredme!
PIESPLANOS.- ¡Pero, qué va a decir mi amigo Pinchapeces!
JULIA.- ¡Que se vaya a paseo ese idiota!
PIESPLANOS.- ¡Perderé mi empleo!
JULIA.- Y yo ganaré una hija. ¿No estabas deseando de deshacerte de ese esclavo?
PIESPLANOS.- Sí. ¡Pero es que ese esclavo vale medio millón de sestercios!
JULIA.- ¡Esta hija vale mucho más, idiota!
PIESPLANOS.- (Mirando a LIBIA detenidamente de arriba abajo) Sí, claro. No había yo caído. Seguro que me dan por ella dos millones de sestercios.
JULIA.- ¡Vete de mi vista, salvaje! (Le golpea, le pellizca, le quiere morder. PIESPLANOS se refugia en el jardín)
PIESPLANOS.- No tengo bastante con la fiera de mi mujer, que me quiere meter otra fiera en casa.
JULIA.- (Con mucha ternura, a LIBIA) Ven conmigo, hija mía. No temas nada ni a nadie. Yo tuve una hija que ahora tendría tu misma edad. Gracias, madre sacerdotisa. ¡Hoy es un día grande para mí!
SACERDOTISA.- Que los dioses os acompañen.
JULIA.- Mañana te llevaré a Cádiz para legalizar la adopción.

Van al jardín. PIESPLANOS se tumba en el triclinio. Entran SERBIO, ÁTICA, GALO y los ESCLAVOS.

SERBIO.- (A LIBIA) ¿Qué haces en esta casa?
LIBIA.- Me han adoptado como hija.
JULIA.- (A SERBIO) Desde este momento eres libre.
SERBIO.- ¿Así has comprado mi libertad?
LIBIA.- Sí. ¿No era eso lo que más deseabas? Tú salvaste mi vida; ahora te salvo yo a ti. ¡Eres libre! ¡Vamos! ¡Alegra esa cara! (SERBIO esta anonadado)

                                 SERBIO

¿Y de qué me vale la libertad,
si tú quedas aquí prisionera?
     Yo quiero llevarte conmigo
a lo alto de la montaña,
donde es puro el aire
y majestuoso el sol;
donde el cielo te acaricia
con el haz de las estrellas,
y el manantial te susurra,
engendrando el arroyuelo.
En esa sana quietud
resaltará tu belleza.
Y en medio de todo, tú:
¡luz de la naturaleza!
¡No quiero la libertad,
si tú quedas prisionera!
.
Pausa. LIBIA le mira indecisa. Mira también a JULIA. No sabe si quedarse o salir corriendo con SERBIO. JULIA se percata del estado emocional de LIBIA.

PIESPLANOS.- (Aparte) La engatusa, se la lleva. ¡Este tío las encandila a todas! Al final nos quedaremos sin esclavo y sin dinero.
JULIA.- (A SERBIO) ¡Eres libre! ¡Vete! Vamos, hija. Tienes que comer, descansar, y vestirte. Vamos.

           Se van por la casa JULIA, LIBIA, GALO y los ESCLAVOS. Quedan en escena
 PIESPLANOS, acostado en el triclinio, SERBIO mirando a LIBIA hasta que desaparece, y ÁTICA mirando a SERBIO. Este, una vez LIBIA ha desaparecido, baja la cabeza y lentamente sale del jardín y hace mutis por la izquierda. ÁTICA le sigue con la mirada hasta que desaparece. PIESPLANOS se levanta sigilosamente y se acerca a ÁTICA, abrazándola por detrás.

PIESPLANOS.- Me tienes destrozado de deseos. Ahora no te escapas.

 ÁTICA se revuelve como puede y trata de zafarse de PIESPLANOS

ÁTICA.- ¡Quita tus sucias manos de mi cuerpo, maldito romano! ¡Yo tengo mi dignidad! ¡Tengo dinero de mi peculio y quiero comprar mi libertad! (Se libera por fin de PIESPLANOS. y sale del jardín. Va al centro de la escena y desde allí increpa a PIESPLANOS.) ¡Quiero comprar mi libertad! ¡Necesito la libertad!

Se dirige al templo, y de rodillas en el atrio,

¡Oh, Venus, diosa inmortal!
He descubierto el amor,
pero veo con dolor
que no tengo libertad.

Nunca vi necesidad.
Yo era feliz siendo esclava
porque nada me faltaba,
excepto, la dignidad.

Yo a Serbio le adoro
Y deseo ser amada,
Pero estoy encadenada
Con las cadenas de oro.

¡Piedad, Venus poderosa!
Dame ya la libertad
para poder conquistar
ser  mujer y ser esposa.

PIESPLANOS, confundido, hace mutis lentamente, sin dejar de mirar a ÁTICA)


OSCURO
.





























CUADRO SEGUNDO
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              Dentro se oye una, llamémosle, canción.
.
Vencedor en mil batallas,
éste es el gran militar;
con su táctica genial
al enemigo avasalla.
.
Levanten todos la mano,
inclinen todos la frente,
pues éste gran combatiente
es el tigre lusitano.
.
.
Entra REBANACUELLOS al frente de cuatro SOLDADOS que portan una especie de camilla, o parihuelas, sobre la que va PINCHAPECES. Este es un centurión, del que ya otros personajes han hecho referencias: tonto, idiota, pava borracha, etc. Pues todos se han quedado cortos al calificarle. Tras él va CANTAMAÑANAS llevando unas tablas enceradas y un punzón para escribir en ellas. El tal CANTAMAÑANAS hace juego con PINCHAPECES. Y eso de hacer juego tiene un doble sentido, porque si en un principio parece un tipo de la más refinada idiotez, pronto nos percatamos que se trata de una argucia para ganarse el favor de su imbécil amo. CANTAMAÑANAS es un joven gaditano, ESCLAVO de PINCHAPECES.
En cuanto al “coro”, formado por los cuatro SOLDADOS, no puede ser más ridículo. Cantan, pero desafinan, por lo que el cántico no puede ser más grotesco. Hay uno, el delantero derecho, que se retrasa en todas las estrofas. REBANACUELLOS, que es el director, busca al infractor, mira a CANTAMAÑANAS, como diciendo, “¿qué hago con éste tío?”. Vuelven a repetir la “canción”
.
SOLDADOS
.
Vencedor en mil batallas,
                    éste es el gran militar,
con su táctica genial
al enemigo avasalla.

Levanten todos la mano,
inclinen todos la frente,
porque éste gran combatiente
es el tigre lusitano.
.
REBANACUELLOS no puede resistir más y le pega un pescozón al que desafina. Este, por efecto del golpe es desplazado hacia delante y cae rodando. Consecuencia de ello es que suelta las angarillas, esta se desestabiliza y se vuelca, dando con PINCHAPECES en el suelo. REBANACUELLOS se lía a mamporros con todos, que cogen la silla vacía y se van. PINCHAPECES se levanta y se sacude la ropa.

REBANACUELLOS.- (A CANTAMAÑANAS) ¡Te he dicho que no me gustan estos inventos tuyos de la parihuela y el coro! ¡Mira lo que ha pasado! ¡A ti te voy a dar yo por tus inventos y tus historietas de batallitas! (A los SOLDADOS que se han ido) ¡Vosotros, venid aquí¡
CANTAMAÑANAS.- A él le gustan mucho.

Vuelven los SOLDADOS, sin la silla, pero ahora traen cestos y ánforas.

PINCHAPECES.- ¡Limpiadme bien el traje! (Los SOLDADOS le sacuden la ropa) ¡Sacad brillo a mi escudo para que sus destellos cieguen a mis enemigos! ¿Dónde estás, Cantamañanas?
CANTAMAÑANAS.- Aquí, mi dueño y señor, releyendo tus portentosas hazañas.
PINCHAPECES.- ¿Te refieres, acaso, a los cinco mil cartagineses que barrí de un soplo en la batalla de Zama?
CANTAMAÑANAS.- No. Eso de Zama ocurrió hace poco y es tan famoso que hasta los niños lo saben. Me refiero a la batalla de Cannas. ¡Ahí te cargaste a diez mil, por lo menos! ¡Qué proezas!
PINCHAPECES.- Y eso que ahí, por abreviar, no se dice ni la cuarta parte. Por ejemplo: ¿Has leído ahí lo de los elefantes de Aníbal?
CANTAMAÑANAS.- No. Pero cuéntamelo tú y yo lo apunto.
PINCHAPECES.- Pues Aníbal llegó a Italia con enormes elefantes, animal africano desconocido por nosotros, y sembró el pánico entre nuestras tropas, pues arrollaban alambradas, vallas, casetas produciendo la natural desbandada. Todo parecía perdido. Entonces, yo, para dar moral a los soldados, me lié a puñetazos, ¡zas, pum, chust, zas! Maté cincuenta de aquellos bicharracos. Apúntalo.
CANTAMAÑANAS.- Un poco gordo, ¿no?
PINCHAPECES.- ¿Gordos? ¡Gigantescos eran aquellos horribles paquidermos!
CANTAMAÑANAS.- No, si yo me lo creo todo. Digo que me parece un poco gordo para que la gente se lo crea.
PINCHAPECES.- Bueno, pues apunta cuarenta.
CANTAMAÑANAS.- ¿Cuarenta?
PINCHAPECES.- Pon veinte.
CANTAMAÑANAS.- ¿Veinte?
PINCHAPECES.- Bueno, pues pon uno nada más. Pero que conste que yo maté elefantes a puñetazos.
CANTAMAÑANAS.- No, si yo, por apuntar lo apunto todo. (Aparte) Este tío no es más tonto porque no es más alto.
PINCHAPECES.- ¡Eso, eso! ¡Tú apúntalo todo! ¡Que todo el mundo se entere de que soy el más bravo soldado!

De pronto, una de las cestas se vuelca y de ella sale un conejo que cae a los pies de PINCHAPECES. Este pega un salto y corre por la escena gritando. REBANACUELLOS y los SOLDADOS, al oír los gritos desenvainan las espadas para hacer frente al peligro.
        
REBANACUELLOS.- ¿Qué pasa, jefe? ¿Dónde está el enemigo?
PINCHAPECES.- (Temblando) ¡Una rata! ¡Una rata!
REBANACUELLOS.- ¡Que no es una rata! ¡Es un conejo!
CANTAMAÑANAS.- Sí, jefe, es un conejo. Estamos en el país de los conejos, de esa plaga que no deja crecer una cosecha como es debido. A ver si terminas de matar cartagineses y te lías con los conejos, hasta que no quede uno.
PINCHAPECES.- ¿Un conejo? ¡Qué gracia, un conejo! (Furioso, desenvainando su espadín) ¡Que me traigan todos los conejos de Hispania y los barreré de un solo tajo! ¡Je, je! ¡Conejillos a mí! ¿Dónde estás, Cantamañanas?
CANTAMAÑANAS.- Aquí, al lado del más glorioso soldado por el que las mujeres se mueren de amor.
PINCHAPECES.- ¡Eso es nuevo! ¡Qué bien te ajustas a mi espíritu! Las mujeres se mueren por mi amor. ¡Qué bonito es eso! Pero se morirán lejos de mí, porque de cerca no logro ligarme a ninguna, de no ser forzada o por dinero.
CANTAMAÑANAS.- Es que te tienen tanto respeto y admiración que no se atreven a acercarse a ti. Pero esta misma mañana me ha dicho una chavala preciosa que eres más valiente que Rómulo, más generoso que Aquiles y más bello que Apolo.
PINCHAPECES.- (Quitándose el casco y mesándose el cabello) ¡Ah! ¡Más bello que Apolo! Pues habérmela traído, hombre. Si estoy rabioso por coger a una chavala joven y bonita.
CANTAMAÑANAS.- (Aparte) Se la traigo y se muere del susto. ¡Si éste tío es más feo que un muerto!
.
           Entra PIESPLANOS vestido con toga blanca, seguido de GALO, los ESCLAVOS y ÁTICA, que parece una autómata, ausente de todo cuanto acontece a su alrededor.

PIESPLANOS.- ¡Pinchapeces! ¡Amigo mío! ¡Qué alegría me da verte!
PINCHAPECES.- ¡Hola, Piesplanos! ¡Aquí vengo a visitarte cargado de regalos!

Hace un gesto a REBANACUELLOS y los SOLDADOS entregan los bultos a los ESCLAVOS, que los llevan dentro. PINCHAPECES y PIESPLANOS se abrazan, fuera del jardín.


PIESPLANOS.- ¡No sabes cuánto te lo agradezco! Pero tú sabes que lo que yo quiero es que me consigas un cargo de recaudador de impuestos de esta comarca.
PINCHAPECES.- ¡Y no dudes que te lo conseguiré! ¿Le ha gustado a Julia el regalo que le hice esta mañana?
PIESPLANOS.- ¿El regalo? ¡Ah! ¡Sí, el regalo! ¡Un esclavo de lujo! ¡Sí, sí, mucho! Pero... pero como estaba en estado salvaje lo tengo en cuarentena.
PINCHAPECES.- ¡Un soberbio ejemplar de la raza hispana! Lo capturé ayer cerca de Cádiz. Era el jefe de un comando guerrillero que hostigaba a nuestras tropas desde hace tiempo.

Siguen hablando aparte.

CANTAMAÑANAS, que desde que entró ÁTICA no le ha quitado el ojo de encima, se acerca a ella y la contempla maravillado.

CANTAMAÑANAS.- ¡Olé lo fino, lo elegante, lo salado, lo bonito, lo hermoso y el cuerpo retrechero de las mujeres hermosas! ¿Cómo te llamas, monumento de mujer?

ÁTICA sale de su ensimismamiento y queda confusa, sorprendida, halagada y sofocada. Se da aire en la cara.

ÁTICA.- Stimatiky. Pero me llaman Ática, porque soy griega.
CANTAMAÑANAS.- ¡Claro! ¿En qué otro país iban a saber esculpir ese cuerpo soberano? Yo me llamo Milbio, pero por ese nombre no me conoce ni mi padre. Todo el mundo me llama Cantamañanas. Pero tú puedes llamarme como quieras, porque de cualquier forma que me llames vengo a ti como un rayo.

           Siguen hablando aparte. Entra JULIA.

JULIA.- ¡Ay! ¡Si está aquí Pinchapeces! He oído los cánticos; pero eso es nuevo. ¿Dónde has encontrado esa ganga de orfeón? ¡No me digas que has organizado un concurso, porque tú eres capaz de todo para realzar ese cuerpo tan serrano que los dioses te han dado! ¡Vamos, que ese uniforme y ese casco nuevo de centurión te sienta de bien y resulta tan erótico que no me extraña que las mujeres se pirren por tus huesos! Y es que tienes unos ojillos más pillines...
PIESPLANOS. - (Aparte, a JULIA) Julia, que te estás pasando. Que esto ya huele a cachondeo.
JULIA.- (Aparte) Lo hago para que después no me digas que no te da el cargo por culpa mía. (A PINCHAPECES) ¡Ay, Pinchapeces! Perdona que no haya salido antes a recibirte, pero es que estaba vistiendo a mi hija.
PINCHAPECES.- ¿Tu hija? ¡Anda, si yo no te he visto preñada! ¿Cuándo has parido?
JULIA.- ¡Ja, ja, ja! ¡Qué gracia tiene éste hombre! No, hombre, no. Es que hemos adoptado a una niña. Mira, ahí sale.

En efecto, entra LIBIA. Ha cambiado de vestido y de peinado y está radiante. PINCHAPECES la ve y se queda pasmado.

PINCHAPECES.- ¡Por todos los dioses! ¡Qué belleza de criatura! Piesplanos, ¿tú me tienes en alta estima?
PIESPLANOS,.- ¿Cómo si te tengo en alta estima? ¡Yo por ti hago todo lo que sea!
PINCHAPECES.- Entonces, desde hoy quiero reforzar nuestra amistad con lazos más estrechos. ¡Quiero hacerte mi suegro!
PIESPLANOS.- ¿Tu qué?
PINCHAPECES.- Sí, mi suegro, porque quiero casarme con tu hija; mañana mismo.
JULIA.- ¿Qué?
LIBIA.- ¡Oh, dioses, socorredme!

           Corre hacia el templo. JULIA y ÁTICA la siguen.

JULIA.- ¡Libia, hija mía, espera!

Desaparecen en el templo.

PINCHAPECES.- ¿Dónde irán tan corriendo?
CANTAMAÑANAS.- Irán a dar gracias a la diosa.
PINCHAPECES.- ¿Lo ves? Yo no sé qué las doy, pero es que las derrito con solo mirarlas.
CANTAMAÑANAS.- ¡Es que con esa caída de ojos que tienes, cualquiera!
PINCHAPECES.- Ve al templo y vigila, no sea que alguien se meta con ella.

CANTAMAÑANAS va hacia el templo, pero ve entrar a SERBIO.

CANTAMAÑANAS.- ¡Capitán! ¡Mi capitán! (Se abrazan)
SERBIO.- ¡Cantamañanas! ¿Qué haces tú por aquí?
CANTAMAÑANAS.- ¡Eso mismo digo yo! Ven al templo. Los soldados pueden verte.
SERBIO.- No hay miedo. Soy libre.

Salen del templo JULIA, LIBIA, ÁTICA y la SACERDOTISA. LIBIA corre a refugiarse en SERBIO. Entran los PESCADORES y sus MUJERES

LIBIA.- ¡Ay, Serbio, qué desgracia! ¡Quieren casarme con ese militar!
SERBIO.- (A JULIA) ¿Para eso la querías adoptar?
JULIA.- ¡Yo no voy a consentir semejante disparate!
LIBIA.- ¡No puedo volver a esa casa! ¡Huyamos, Serbio!
JULIA.- ¡Tú no te vas a casar con ese idiota, o no sería yo Julia, la BIEN PEINÁ!
CANTAMAÑANAS.- Lo mejor es burlarle. Yo me las apañaré.

SERBIO, furioso, va decidido hacia PINCHAPECES y le reta.

SERBIO.- ¡Ven a luchar conmigo, gallina desnutrida!

PINCHAPECES, huye y se oculta tras PIESPLANOS, temblando.

PINCHAPECES.- ¡Ay! ¿Qué me ha llamado?
PIESPLANOS,.- Gallina desnutrida.
PINCHAPECES.- ¡Ay, lo que me ha llamado! (A  REBANACUELLOS) ¡Rebánale!
REBANACUELLOS.- Si ya te dije que era peligroso. ¡Ahora mismo te lo rebano!

A una indicación de REBANACUELLOS, los SOLDADOS cercan a SERBIO. La única salida que tiene es el templo.

LIBIA.- ¡Huye, Serbio! ¡Te matarán!
SACERDOTISA.- ¡Ven al templo, muchacho! ¡Ven!

SERBIO se ve acorralado y desarmado y se refugia tras la SACERDOTISA. REBANACUELLOS va decidido tras él, pero le para en seco la SACERDOTISA con un agudo do de pecho.

        SACERDOTISA
.
¡Alto, soldado! ¡¡¡Atráááás!!!
¡El templo, lugar sagrado,
no puede ser profanado
por la fuerza militar!
.
Pausa. Los SOLDADOS se miran confusos. REBANACUELLOS mira a PINCHAPECES, dubitativo.

REBANACUELLOS.- ¿Qué hago con ella, jefe? ¿La rebano?
PINCHAPECES.- ¡No! ¡Menudo poder tienen éstas brujas! Además, es ciudadana romana (A la SACERDOTISA) ¡Ah, vieja arpía, traidora! ¡Te costará caro dar asilo a un esclavo fugitivo! ¡Mañana erigiré aquí un altar al dios Marte y el poder de tu diosa caerá! (A PIESPLANOS) Tu promesa queda en pie. Mañana, ante la imagen de Marte, me casaré con tu hija. (A los SOLDADOS) ¡Vámonos!

Sale rápidamente y tras él se van REBANACUELLOS y los SOLDADOS. CANTAMAÑANAS queda rezagado y habla con SERBIO.

SERBIO.- ¡He de impedir esa boda! ¡Necesito tu ayuda!
CANTAMAÑANAS.- ¡Cuenta conmigo, capitán! Más tarde te veré.

Se va corriendo. PIESPLANOS entra en la casa. SERBIO habla aparte con LIBIA.

JULIA.- (A todos) ¡Amigos! ¡Necesito la ayuda de todos para impedir esa boda!
SACERDOTISA.- ¡Esto es un problema amoroso! ¡Venus, la diosa del amor, nos ayudará! ¡Hagamos un sacrificio!

Los PESCADORES se acercan a SERBIO y las MUJERES rodean a LIBIA.

SERBIO.- Necesito vuestra ayuda para impedir esa boda.
PESCADORES.- ¡Puedes contar con nosotros!
MUJERES.- ¡Entre todos lo impediremos!
JULIA.- (A los ESCLAVOS) ¡Traed el cordero más cebado y vino del mejor!

           Los ESCLAVOS salen rápidamente.

SACERDOTISA.- ¡Tened fe, la diosa nos ayudará!
.
Ahora aparece el altar y Venus en su pedestal. La SACERDOTISA, ayudada por JULIA hace los preparativos. SERBIO y LIBIA están abrazados. Vuelven los ESCLAVOS con un cordero y ánforas de vino. Uno de ellos se oculta tras la barca con el cordero esgrimiendo un cuchillo. En ambos lados del altar han encendido dos incensarios y depositan en ellos orobias. Dos finas columnas de humo de distintos colores salen de dos candelabros de cristal. El otro ESCLAVO va tras la barca y saca las entrañas del cordero, es decir, asaduras, hígado y corazón, todo en una pieza, y se lo da a GALO, quien lo deposita en una patena y se lo entrega a la SACERDOTISA. Esta, con una especie de bastoncillo la escudriña para interpretar los auspicios. Entra CANTAMAÑANAS y va hacia ÁTICA. Quedan hablando aparte junto a SERBIO y a LIBIA. Mientras todo esto se prepara, los PESCADORES beben vino, cantan y bailan.


CORO

Bebamos buen vino,
bailemos contentos;
en este momento
empezamos un plan

Al ruin militar
que a Libia desea,
¡menuda odisea
le vamos a dar!
.
¡Un hurra por Serbio!
Un mozo valiente
que muy diligente
su afán logrará.
.
¡Un hurra por Libia!
Muchacha bonita,
tu linda boquita
de Serbio será.
.
                    Y Cantamañanas
junto con Ática,
boda simpática
será de verdad

Ladrón Pinchapeces,
romano opresor,
en cosas de amor
no puedes triunfar
.
En el patrimonio
                de los pescadores
son nuestros amores
un gran capital.

Y si los romanos
nos tienen vencidos
y bien sometidos
a su autoridad,

Nosotros, los pobres,
a nadie odiamos,
solo deseamos
tener libertad,

tener alegría,
trabajo y amores,
pues los pescadores
quieren libertad.

SACERDOTISA

Acepta esta oblación,
¡Oh, Venus reverenda¡
pues en nuestra ofrenda
ponemos el corazón.

La sangre de este animal
redima nuestras ofensas.
Por tu divina clemencia,
líbranos de todo mal.
.
           Se vuelve, muy alegre

¡Alejad vuestros temores!
¡Nuestra diosa del amor
está a nuestro favor:
Bendice vuestros amores!

           Se vuelve de nuevo hacia la diosa.

TODOS

¡Gloria! ¡¡Gloria!! ¡¡¡Gloria!!!

Muy contentos todos, se abrazan: JULIA y la SACERDOTISA; GALO y un ESCLAVO; ÁTICA y CANTAMAÑANAS; SERBIO y LIBIA; los PESCADORES y sus MUJERES.


FIN DE LA PRIMERA PARTE


INTERMEDIO

Primeras horas de la tarde del día siguiente. Los PESCADORES reparan la barca y las MUJERES cosen las redes. Es una tarde apacible y todo el ambiente es de paz, de relax. A todo ello contribuye la melodía de la siguiente canción.


EMPIEZA LA ACCIÓN


MUJERES

Salud, trabajo y amor,
Tres cosas maravillosas.
Pero es muy peligrosa
La vida del pescador.

PESCADORES

                                 Calentada por el sol
La mar se mece serena.
Es muy grata la faena.
Me gusta ser pescador.

De noche, con el frescor,
A la mar nos echaremos
Y las redes llenaremos                                  
De pescado del mejor
             
           MUJERES

Toda la noche esperando
Que llegue el amanecer,
En verlos aparecer
Por la mañana en el puerto.


       PESCADORES

                    En el cielo las estrellas
Contemplan nuestro trabajo,
Y nosotros desde abajo
Las observamos a ellas.

Campesino y pescador
Siempre miramos el cielo:
Aquel, con mucho recelo;
Nosotros con gran temor.

MUJERES

Lucha, trabajo, valor.
¡Qué hombres tan admirables!
Pero es muy miserable
La vida del pescador.

PECADORES

Toda la noche esperando
Hallar un banco de peces.
Si hay suerte, a veces,
Se llena la embarcación.

Y entonces con ilusión
nos dirigimos a tierra
Pues allí espera ella
A darme su corazón

MUJERES

Pero eso, pocas noches
Se logra con plenitud.
Es muy grande la inquietud
Se hace larga la espera.

PESCADORES

Estrellas y pescadores
Hacemos muy buenas ligas.
Ellas son nuestras amigas,
Pues alejan los temores.

Si de pronto no las vemos
                    Cuando vamos trabajando,
Borrasca se está formando,
Tormenta cerca tenemos.

MUJERES

Pero a pesar del temor,
A cosas desagradables,
Es la vida muy amable.
           ¡Es grande ser pescador!
.
































[1] Batalla de Zama, librada en octubre del 202 a.C., durante la segunda Guerra Púnica (once años antes del tiempo en que se sitúa esta obra), en la cual las tropas mandadas por el general romano Publio Cornelio Escipión el Africano derrotaron y forzaron la rendición de las fuerzas encabezadas por el general cartaginés Aníbal.

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