lunes, 2 de mayo de 2011

RUDENS, o JULIA, LA BIEN PEINÁ.. SEGUNDA PARTE

SEGUNDA PARTE

Instantes después de la escena del intermedio. Solo se oye el gorjeo de los pajarillos y el leve rumor de las olas al morir en la playa. PIESPLANOS, esta tumbado en el triclinio. JULIA esta terminando la confección de una cajita de mimbre. Pausa larga.

EMPIEZA LA ACCIÓN

PIESPLANOS.- (Sin moverse) ¿Qué haces, Julia?
JULIA.- Estoy haciendo una cajita para Libia. En el naufragio perdió la suya con sus juguetes de niña. Quiero que lleve en la boda la misma cajita y los mismos juguetes que hice para nuestra hija.
PIESPLANOS - ¿No es demasiado grande ya para juguetes tan infantiles?
JULIA.- Estos juguetes no son para jugar; son para consagrarlos a Venus el día de la boda, indicando con ello que deja de ser niña para convertirse en mujer. Pero no quiero que Libia la vea hasta el momento de la boda. Quiero darle una sorpresa. La emoción será doble.
PIESPLANOS.- ¿Te falta mucho?
JULIA.- No. ¿Por qué?
PIESPLANOS.- Porque tengo una cansera de verte trabajar que ya me duelen los riñones.
JULIA.- Por eso me estoy dando prisa. De todas formas aún falta mucho para que llegue Pinchapeces.
PIESPLANOS - Falta menos de dos horas. ¿No te parece raro que Libia no se haya vuelto a oponer a la boda?
JULIA.- No, a mí no me parece raro.
PIESPLANOS.- Tú también te oponías ayer.
JULIA.- Sí, es verdad. Es que me cogió por sorpresa.
PIESPLANOS.- Ese esclavo, al que dimos la libertad, no ha vuelto a aparecer por aquí. ¿No te parece raro?
JULIA.- No. Estaba deseando irse. Es normal.
PIESPLANOS.- Sí, es normal que Libia no haya vuelto a protestar; es normal que tú aceptes gustosa; es normal que ese esclavo no haya vuelto a aparecer; todo es normal, todo. Sin embargo, a mí me mosquea tanta normalidad.
JULIA.- Si te llevamos la contraria, malo; si no, también. Eres muy raro.
PIESPLANOS.- Es que estoy nervioso. Estoy deseando que acabe todo esto. A ti quizá te parezca precipitada esta boda, pero Pinchapeces no puede esperar, ni yo tampoco. Necesito ese cargo. (Pausa) Di algo. Me pone nervioso tu silencio.
JULIA.- ¿Qué quieres que te diga?
PIESPLANOS.- No sé; lo que sea. Ya sé que a ti no te hace gracia Pinchapeces, pero es el mejor partido para Libia.
JULIA.- (Lacónica) Ya, ya.
PIESPLANOS.- Será una boda importante. Y yo tendré mi cargo de recaudador.
JULIA.- De todas formas, antes de haber tomado una decisión tan importante tendrías que haberme consultado.
PIESPLANOS.- ¡Si no me dio tiempo!
JULIA.- Pues si ocurre alguna desgracia, tú serás el responsable.
PIESPLANOS.- ¿Qué desgracia va a ocurrir?
JULIA, - La fecha propicia para las bodas es el solsticio de verano.  Se podía haber aplazado, pues no falta más que un mes.
PIESPLANOS.- Sí, eso me preocupó desde el principio. Por eso he ido esta mañana a Cádiz a consultar a un astrólogo. Sus augurios no pueden ser más satisfactorios.
JULIA.- Has ido sin decirme nada. ¿Y qué te ha dicho?
PIESPLANOS.- Me ha dicho que para Libia este será el día más feliz de su vida, que Pinchapeces se volverá loco y que yo tendré una gran fortuna en mis manos. ¿Te das cuenta? ¡Ah! También me dijo que será para ti el día más feliz de tu vida.
JULIA.- Astrólogos desaprensivos los hay por todos sitios. No creo en ellos.
PIESPLANOS.- Pues yo, sí. Este que yo he visitado lo adivina todo.
JULIA.- Adivina lo que quieres oír, y te lo dice.
PIESPLANOS.- Eres muy desconfiada; pero ya verás como sale todo tal y como ha dicho. (Se levanta) ¡Oye, es muy tarde! Tenemos que vestirnos. Quiero hacer un ensayo de la ceremonia para que todo salga bien, sin fallos.
JULIA.- Bien; ya he terminado la cajita. Vamos a vestirnos.

Se van los dos. Entra ÁTICA y mira sigilosamente. Hace una seña y entra LIBIA, ya vestida de novia. Salen del jardín y se dirigen al templo, pero entran SERBIO y CANTAMAÑANAS y quedan en el centro. En primer termino SERBIO y LIBIA. Más atrás, CANTAMAÑANAS y ÁTICA.

SERBIO.- ¡Libia, amor mío!
LIBIA.- ¡Oh, Serbio! ¡No soporto estar tanto tiempo sin verte!
SERBIO.- Estás muy pálida. ¿Qué té pasa?
LIBIA.- No he podido dormir en toda la noche.
SERBIO.- Debes tranquilizarte. Esa boda no se va a celebrar. Piensa que te quiero y que pronto serás mi esposa.
LIBIA.- El poder de los romanos es inmenso. Si te pones contra ellos te matarán.
SERBIO.- Todo lo tenemos bien planeado.
LIBIA.- Todo ha sido tan precipitado que tengo miedo. No conoces mi vida anterior.
SERBIO.- Para mí naciste ayer de las espumas del mar, como Venus. Y quien nació ayer no tiene ningún pasado.
LIBIA.- Pero si algún día descubrieses...
SERBIO.- En cualquier caso, el pasado no existe, porque ya pasó.

LIBIA

Sin embargo, nos tortura,
somos víctimas de él,
tenemos que padecer
depresión y desventura.

De angustia a mí me llena
si en el mar no pereció
el bribón que me compró;
eso me llena de pena.

El amo que yo tenía
era un romano malvado;
por no volver a su lado
juro que me mataría.

Pausa. Está desesperada.

Si le hubieses conocido,
si supieras lo que era,
en la cara me escupieras
y no vendrías conmigo.

¡Era un ser miserable,
un repugnante gusano!
Por estar yo en sus manos
me siento muy despreciable.

Llora.

Serbio: existe el pasado.
¡No me digas que pasó!
Presente lo tengo yo.
Siento haberte enamorado.

SERBIO

                    No podemos despreciar
a la bella mariposa,
de colores tan hermosa,
solo por considerar

que en su pasado cercano
era solo crisálida,
fea, opaca, pálida,
procedente de un gusano.

No vuelvas más a pensar
en tu angustioso pasado;
pronto estaremos casados;
nuestro futuro es gozar.

Pero aquí, cerca del mar,
con los buenos pescadores,
y con sus mismos sudores
yo voy a trabajar.

He visto a esos hombres
en su constante tragedia
de vivir en la miseria
a tortazos con el hambre.

Luchar por su libertad
es ahora mi destino
buscando en el camino
su pisada dignidad.

Y tú, como sus mujeres,
al puerto cada mañana
vendrás con todas tus ganas
de brindarme tus quereres.

Y yo, bañado de sal,
como el marino más bravo,
te entregaré el pescado
como flores de un rosal.

Se abrazan y unen sus mejillas. Dentro se oye gritar a PIESPLANOS. ÁTICA coge a LIBIA y entran en el jardín. CANTAMAÑANAS hace lo mismo con SERBIO y desaparecen por la izquierda sin dejar de mirarse los cuatro.

PIESPLANOS.- (Dentro) ¡Julia, vamos a ensayar la ceremonia de la boda! ¿Y Libia? ¿Dónde está Libia? ¡Ática!
ÁTICA.- ¡Estamos aquí en el jardín!

              Entran PIESPLANOS, JULIA, GALO y los ESCLAVOS.

PIESPLANOS.- (A GALO) ¿Te has enterado bien de cómo se hace la ceremonia?
GALO.- Sí. La Sacerdotisa me lo ha explicado con todo detalle. Pero yo casi lo sabía todo. He visto muchas ceremonias de bodas. Tiene una liturgia preciosa. Ya veréis.
PIESPLANOS.- Pues vamos a hacer un ensayo para que todo salga perfecto. ¡No tolero ni el más mínimo fallo!
GALO.- Como la ceremonia se va a celebrar ahí fuera, lo mejor es ensayar ahí. Tenemos que sacar un asiento para los novios y algo que represente el altar que va a traer Pinchapeces. Ese triclinio puesto en pié nos puede servir.

Todos salen al centro. Los ESCLAVOS sacan del jardín un banco y el triclinio

GALO.- Lo primero que tenemos que hacer es tomar los auspicios para ver si los dioses no se oponen a la boda. En este caso, el dios Marte.
JULIA.- ¡Ahí está el primer fallo! ¿Qué pinta el dios de la guerra en un acto de amor?
ÁTICA.- Pues eso no está bien, porque es enfrentar a Marte con Venus. Eso es de mal agüero.
GALO.- ¡Ay! Pues como el dios Marte se irrite es capaz de lanzar rayos y truenos.
LIBIA.- ¡Ay, que miedo! ¡Eso sería peor que una tormenta!

           Pequeño revuelo de miedo y temor.

PIESPLANOS.- ¡Silencio todo el mundo! Ningún dios se va a oponer a la boda. Los auspicios ya los he tomado yo. ¡Venga! ¿Qué viene ahora?
GALO.- Lo primero es el sacrificio del cordero.
PIESPLANOS.- ¡Qué dices tú de cordero! Pinchapeces ha matado más de cinco mil enemigos y tiene derecho a sacrificar a los dioses una vaca.
GALO.- Bueno, pues el sacrificio de la vaca. A continuación se firmarán las tablas nupciales con diez testigos. Luego, la matrona tomará las manos de los novios y las enlazará entre sí. Para el ensayo de la ceremonia necesitamos al novio y a la matrona.
PIESPLANOS.- Yo haré de novio. ¿Y la matrona? (A JULIA) Tú te encargaste de buscarla. ¿Por qué no está aquí ya?
JULIA.- Esta misma mañana se ha puesto mala. Hasta dentro de tres días que se le pase la regla no puede presidir una ceremonia religiosa.
GALO.- ¡Ay! Pues sin matrona no se puede hacer la boda.
PIESPLANOS.- ¡Cállate! ¡Se busca otra, y en paz!
JULIA.- Tú te has creído que estamos en Roma. Para presidir una ceremonia de boda no vale una matrona cualquiera. Tiene que ser casada y de intachable moralidad. No valen las solteras, ni las viudas, ni las casadas de segunda, ni mucho menos las extranjeras, porque son bárbaras.
PIESPLANOS.- Arriba, en el pueblo, hay muchas mujeres romanas casadas. Lo sé.
JULIA.- Sí; eso de saber de mujeres es tu especialidad. Pero tú también sabes, porque a eso debes haber contribuido bastante, que la mayoría de esas mujeres viven casi todo el tiempo solas, porque sus maridos están en el ejército, y los ponen unas cornamentas así de grande. La única válida es la Sacerdotisa.
ÁTICA.- ¡Esa es la mejor!
GALO.- ¡Y, además, es sacerdotisa!
PIESPLANOS.- ¡No! ¡Esa es una traidora! (Piensa. A JULIA) ¿Y tú no puedes ser?
GALO.- ¡Claro, ama!
ÁTICA.- ¡Es verdad! Mejor matrona que tú no la vas a encontrar.
JULIA.- Pero yo de eso no sé nada.
PIESPLANOS.- ¡No se hable más! Tú serás la matrona. Galo te enseñará. ¡Vamos, que es tarde! ¿Qué viene ahora?

GALO coloca a LIBIA y a PIESPLANOS y a JULIA frente a ellos.

GALO.- (A JULIA) Tienes que preguntarles si se quieren por esposos. Si dicen que sí se tienen que jurar amor eterno.
JULIA.- (A LIBIA) ¿Quieres por esposo a éste idiota? ¡Ay! Se me ha escapado.
PIESPLANOS.- ¡Como se te escape eso en la boda, te mato!
JULIA.- ¿Quieres por esposo a éste hombre?
LIBIA.- ¡No!
PIESPLANOS.- ¿Qué?
LIBIA.- ¿Cómo voy a quererte como esposo, si eres mi padre?
PIESPLANOS.- ¡Se entiende que ahora soy tu novio, idiota! ¿Quieres a tu novio?
LIBIA.- (SOÑADORA) Sí; a mi novio sí lo quiero.
PIESPLANOS.- Eso está mejor. (A GALO) ¡Sigue!
GALO.- Ahora os sentáis. En el banco hay que poner la piel de la vaca

PIESPLANOS se sienta. LIBIA mira el banco con asco, como si ya estuviera la piel de la vaca allí.

LIBIA.- ¡Ah, qué asco! ¡Con toda la sangre y toda la baba!
JULIA.- ¡No te sientes! ¡Se te pondrá el vestido hecho un asco! No, eso no se hará.
PIESPLANOS.- (Furioso) ¡Pero qué importa el vestido si su marido se lo va a quitar enseguida! (A GALO) ¿Qué viene ahora?
GALO.- Ahora yo llevaré la canastilla con las ofrendas y las flores, y todos vendréis detrás de mí dando vueltas alrededor del altar echando pétalos de flores.

GALO simula llevar una canastilla y lentamente inicia el cortejo, que lo forman todos en fila detrás de GALO, menos JULIA, que se sienta.

GALO.- ¡Gloria, dios de los ejércitos! ¡Gloria!
JULIA.- Yo me mareo dando vueltas. Os espero aquí sentada.
PIESPLANOS.- (Furioso) ¡¡¡Juliaaa!!!
JULIA.- (Levantándose de un salto, asustada) ¡Ay! ¡Bueno, pues si me caigo en la ceremonia después no digas que no te lo advertí!
PIESPLANOS.- (Con gesto siniestro) Aquí no se cae nadie porque al que se caiga ¡le timbo!
JULIA.- ¿Me qué? (A LIBIA) ¿Qué dice?
LIBIA.- ¡Dice que te timba!
ÁTICA.- ¿Y eso, qué es?
LIBIA.- No sé; pero, por la cara que pone, debe ser algo malo.
GALO.- ¡Ahí va!
JULIA.- (Fingiendo un gran susto) ¡Ay, qué miedo! ¡Dice que me timba!
PIESPLANOS.- ¡No, no! ¡Quiero decir que te tembo!
LIBIA.- (Siguiendo el juego de JULIA) ¡Ahora dice que te temba! ¡Pues eso es mucho peor!
ÁTICA.- ¡Este hombre se ha vuelto loco!
GALO.- ¡Córcholis, amo, no nos asustes!
PIESPLANOS.- (Hecho un lío) ¡No, no! ¡Te tambo!
JULIA.- (A LIBIA, frotándose las manos) ¡Ya está loco perdido!
PIESPLANOS.- ¡No, no!¡Te tumbo, coño! ¡Te tumbo!
JULIA.- Pero, si estoy en el suelo desmayada, ¿cómo me vas a tumbar?
PIESPLANOS - ¡Si es que me ponéis nervioso y me hago un lío! Quiero decir que te tumbo, pero del verbo tumbar; que te meto en la tumba. ¡Que te mato, vamos!
LIBIA.- (Llevándose las manos a la cabeza) ¡Ay, qué burrada!

PIESPLANOS hace un gesto como diciendo “para que veas de lo que soy capaz”. LIBIA le mira de nuevo y con el mismo gesto, repite:

LIBIA.- ¡Qué burrada! ¡Pero si tumba no es un verbo,   sino un sustantivo!
PIESPLANOS.- (Mirándola de hito en hito) Mira, niña, ven aquí. Mi mano es sustantivo, ¿verdad? Pero la acción de mi mano es verbo. ¡Pues cállate si no quieres probar la sustancia de mi mano! (La amaga. A GALO) ¿Qué viene ahora?
GALO.- El banquete.
PIESPLANOS.- ¡Pues, hala, se acabó! ¡Todo el mundo a preparar el banquete!
GALO.- No, amo. ¡Lo más importante viene al final del banquete!
PIESPLANOS.- ¡Pues dilo de una vez! ¿Qué es lo que viene?
GALO.- ¡Lo más emocionante! ¡El rapto de la novia!
JULIA.- ¡Ah, eso sí que no! ¡Por ahí sí que no paso!
LIBIA.- ¡Ay, qué miedo!
JULIA.- (Muy trágica) ¡Me raptaron una vez a mi hija y para que me rapten a ésta tendrán que pasar por encima de mi cadáver!
GALO.- No os asustéis. El rapto es simulado. El novio arranca a la novia de los brazos de la madre.
LIBIA.- ¡Socorro! ¡Esto no es una boda, es un rapto!
JULIA.- (Igual que antes) ¡A mis brazos, hija! (Se abrazan) ¡Ahora a ver quién es el guapo que me la quita!
PIESPLANOS.- ¡A mí estas mujeres me van a volver loco!
JULIA.- El que se volverá loco será Pinchapeces. Vamos, eso es lo que ha dicho el astrólogo.
PIESPLANOS.- Se volverá loco de alegría y no por vuestros líos.
JULIA.- Pero si se casa con ella a la fuerza, lo del rapto es una redundancia.
LIBIA.- (Soñadora) A mí, si me rapta el que quiero, encantada.
GALO.- (Aparte, a JULIA y a LIBIA) El rapto se hace para perpetuar el recuerdo del rapto de las sabinas que ordenó Rómulo. Solo es cogerla en brazos y...
JULIA.- (Aparte a GALO) ¡Calla, idiota, eso ya lo sé! De lo que se trata es de incordiar.
GALO.- ¡Ah! ¡Claro, claro! Comprendo, ama.
JULIA.- (Llorosa a PIESPLANOS) Si tú fueras madre no consentirías que raptaran a tu hija.
PIESPLANOS.- ¡Pero si es de mentirijillas, so tonta!
JULIA.- (Siguiendo el juego, trágica) ¡A mi hija no me la raptan ni en broma!
PIESPLANOS.- ¡Y dale! ¡Que es un rito!
JULIA.- ¡Ni rito, ni Rita! ¡He dicho que no y es que no! (Abre los brazos a LIBIA. Ella sigue el juego)  ¡¡¡Hija!!!
LIBIA.- ¡¡¡Madre!!!  (Se abrazan las dos simulando llorar a moco tendido)
PIESPLANOS.- ¡Me vuelven loco! ¡Me van a volver loco!
JULIA.- La culpa es tuya. Tú dispusiste esta boda sin contar conmigo.
LIBIA.- ¡Toma! ¡Ni conmigo!
PIESPLANOS.- ¡Tú, te callas!
LIBIA.- ¡Gritaré!
PIESPLANOS.- ¡Qué te arreo!
LIBIA.- Si me raptan, tendré que gritar, ¿no? Es lo normal.
PIESPLANOS.- ¡Ah! Bueno, eso es otra cosa. (A GALO y a ÁTICA) Id disponiéndolo todo para el banquete.

              De pronto, LIBIA empieza a gritar como una loca.

LIBIA.- ¡Ay! ¡¡Ay!! ¡¡¡Ayyyy!!!
PIESPLANOS - (Desesperado) ¿Pero, qué te pasa ahora?
LIBIA.- (Cándida e ingenua) Estoy ensayando. ¡Ay! ¡¡Ay!! ¡¡¡Ayyyy!!!
PIESPLANOS.- Aquí vamos a terminar todos locos.
JULIA.- Menos Pinchapeces.
PIESPLANOS.- Pues él es el único que ha previsto el astrólogo.
JULIA.- ¿Pero cómo se va a volver loco Pinchapeces, si ya está como una chota? Este hombre se cree todo lo que le dicen.

Dentro se oyen los cánticos del cortejo de PINCHAPECES.

PIESPLANOS.- ¡Ay! ¡Si ya están ahí! ¡Y nosotros sin haber preparado nada! ¡Todo el mundo dentro a preparar las cosas! (Se van todos por la casa)[1]











Por el lateral izquierdo entran PINCHAPECES y CANTAMAÑANAS, andando. Detrás de ellos, cantando (por decir algo), entran los cuatro SOLDADOS.
Traen una capilla de madera con dos puertas que permanecen cerradas. Dentro, aunque ahora no se ve, hay una estatua de cartón piedra, a la que solo le falta la cabeza, el brazo derecho y toda la parte posterior. En esa estatua se aloja SERBIO simulando ser el dios Marte.

Vencedor en mil batallas,
éste es el gran militar,
con su táctica genial
al enemigo avasalla.

Levanten todos la mano;
inclinen todos la frente,
pues éste gran combatiente
es el tigre lusitano.

PINCHAPECES.- Cantamañanas, no dejes de pasar el plumero por mi capa, para que ni una mota de polvo la desluzca.
CANTAMAÑANAS.- Sí, mi amo y señor.
PINCHAPECES.- Mírame bien y dime si tengo alguna arruga. ¿Me quito el casco? El casco me pesa mucho, pero me favorece, porque tengo unos pelos... ¿Cómo tengo la cara?
CANTAMAÑANAS.- De piedra.
PINCHAPECES.- ¿Qué?
CANTAMAÑANAS.- Quiero decir que la tienes bonita, como las estatuas de los dioses. Pareces un dios. Y eso, no creas que es muy bueno, porque a Libia le puede dar un soponcio al verte tan guapo.
PINCHAPECES.- Pero el gozo de ser mi esposa podrá más. ¡Me considero el hombre más afortunado del mundo por tener una esposa tan joven y tan bonita! Sin embargo, estoy preocupado. Repíteme los augurios del astrólogo.
CANTAMAÑANAS.- Dice que para Libia este será el día más feliz de su vida y que tú te volverás loco.
PINCHAPECES.- Y tiene toda la razón, porque estoy loco de alegría. ¿Y qué más?
CANTAMAÑANAS.- Que Piesplanos tendrá hoy una gran fortuna en sus manos.
PINCHAPECES.- La fortuna de tenerme por suegro será, porque el cargo no se lo he conseguido. ¿Y de ti no ha dicho nada? Pues tú también tendrás un gran regalo.
CANTAMAÑANAS.- El regalo que yo quiero es que compres a Ática y nos des la libertad a los dos.
PINCHAPECES.- Acepto. Pero con una condición: Aunque te dé la manumisión seguirás a mi servicio. ¿Vale?
CANTAMAÑANAS.- ¡Vale, jefe!
PINCHAPECES.- Anda, mírame otra vez, por si tengo alguna mancha. (A REBANACUELLOS) Que dejen el altar de Marte ahí en el centro. Que la vea bien la Sacerdotisa y se chinche.

Los SOLDADOS dejan la capilla colocada. Entran todos los de la casa.  JULIA, LIBIA y PIESPLANOS salen al centro; el resto quedan en el jardín poniendo guirnaldas y macetas.

PIESPLANOS.- (Saludando brazo en alto) ¡Bienvenido el más egregio soldado!
JULIA.- ¡Ay, Pinchapeces, qué capa tan bonita!
PINCHAPECES.- Pues tengo otra azul celeste que me sienta de maravillas, pero me he puesto esta roja porque me parece más adecuada para el momento. Claro, que yo, con cualquier trapito que me ponga estoy tan mono.
CANTAMAÑANAS.- ¡Y por si fuera poco, tiene una caída de ojos!...
PINCHAPECES.- (Tontito por tantos halagos) ¡Ah, sí, sí! ¡Eso es algo nato en mí! Nací ya con ellos puestos.
PIESPLANOS.- ¿Me vas a investir de mi cargo?
PINCHAPECES.- Hoy, no. He estado tan atareado arreglándome que no he podido. Pero lo tienes seguro.
PIESPLANOS - (Mordiéndose los puños) ¡Y decía el astrólogo que iba a tener hoy una fortuna en mis manos!
PINCHAPECES.- Empecemos la ceremonia. Abrid la capilla.

Abren y vemos la estatua con la cara de SERBIO maquillada del mismo color de la piedra, por lo que no se percibe bien. Por el foro, por el lateral, por el templo, están los PESCADORES observando la escena, pero procurando no ser vistos por los SOLDADOS, esperando acontecimientos.

JULIA.- Yo soy la matrona. Tengo que tomar los auspicios del dios Marte. (Muy ceremoniosa se coloca delante de la capilla con los brazos en alto). ¡Oh, poderoso dios de los ejércitos! Ante ti reunidos, te invocamos. ¿Es conveniente esta unión que vamos a celebrar?
MARTE-SERBIO.- (Con voz difundida por megafonía) ¡¡¡Nooooo!!!

SORPRESA, TERROR, ESPANTO, CONMOCIÓN EN TODOS.

PINCHAPECES.- ¿Qué has dicho, poderoso Marte?

MARTE –SERBIO
(Recitado)

¡Oh, centurión mercenario,
que me has traído hasta aquí
para hacerme presidir
un rito en mí extraño.

Yo soy el dios de la guerra
que al soldado da valor,
pero no se nada de amor
y los amantes me asquean.

¿No es de Venus esta misión?
                ¿No la tienes ahí al lado?
¡Pues por qué me has trasladado
hasta aquí, so cabezón!

Me has querido enemistar
con una diosa tan bella,
cosa que ni yo ni ella
te vamos a perdonar.
.
De pronto toda la capilla se transforma en una traca impresionante. El pánico cunde en todos. REBANACUELLOS y los SOLDADOS rodean a PINCHAPECES y le protegen de los petardos. Esta acción es para que a PINCHAPECES, disimuladamente, le volteen la capa, quemada por su interior, y se ponga algunos parches sobre el peto del uniforme simulando quemaduras. Termina la traca.

PINCHAPECES.- ¡Mi capa! ¡Mi uniforme! ¡Todo chamuscado! ¡Qué desgracia!
REBANACUELLOS.- ¡Vámonos, jefe! ¡A mí, estas cosas sobrenaturales, me dan mucho miedo!
PINCHAPECES, temblando de miedo inicia el mutis con REBANACUELLOS y los SOLDADOS.
PINCHAPECES.- ¡Sí, sí, vámonos!
PIESPLANOS observa la estatua y se percata de lo que hay.
PIESPLANOS - ¿Dónde vais? ¡Venid aquí! ¡Es un truco! ¡Ese no es Marte, sino el esclavo que nos mandaste ayer!
REBANACUELLOS.- ¿Eh? ¡Si ya dije yo que era un bicho malo! ¡Ahora ya no se escapa!

 Desenvaina su espadín y ordena a los SOLDADOS con un ademán que rodeen la capilla, pero SERBIO, que ha visto ya el peligro, se baja y echa a correr hacia el foro izquierda. Mutis. Los SOLDADOS van a capturarle. Pero en ese momento varios PESCADORES, como distraídos, levantan las redes y todos tropiezan en ellas. Hay un barullo. Cuando se levantan y se liberan de las redes:

CANTAMAÑANAS.- Se ha ido por allí. Yo os guiaré, pues conozco este terreno mejor que vosotros. Vamos por él.
Se van los SOLDADOS, REBANACUELLOS y CANTAMAÑANAS, pero por el foro derecha, es decir, por el sitio contrario por el que escapó SERBIO.
PINCHAPECES.- (A LOS SOLDADOS) ¡No le matéis! ¡Lo quiero vivo! ¡Lo quiero vivo! Le voy a rebanar lentamente a trocitos así de pequeñitos. ¡Canalla! ¡Hacerme esto a mí! (Haciendo pucheros, a PIESPLANOS) ¡Mira como me ha puesto la capa y el uniforme! ¡Con la ilusión que yo tenía!
JULIA.- Entra dentro de casa y quítatelo. Luego mandas a un soldado a que te traiga un uniforme nuevo.
PIESPLANOS - ¡Qué putada! ¡Qué putada!
Se van por la casa, todos. La escena queda vacía. Pausa. Por donde se fueron los SOLDADOS entra a trompicones RAJANALGAS abrazado a una maleta pequeña, como una caja de herramientas de aluminio.

RAJANALGAS.- ¡Qué barbaridad! ¡Todo el mundo corriendo como locos! Menos mal que nadie ha reparado en mí, pues capaces hubiesen sido de robarme mi maleta. (Acaricia su maleta y la besa, como si se tratara de una mujer)
 ¡Mi maleta! ¡Mi tesoro! Por fin he podido rescatarte del mar adonde te arrastró el temporal. Menos mal que el sitio no era muy profundo. ¡Mi fortuna! ¡Mi tesoro! Tendré que ocultarme de día y caminar por la noche, pues podía tropezarme con ladrones que me robarían mi tesoro.

Entra PINCHAPECES. Le han quitado el uniforme y le han puesto un sayal con el que está ridículo.

PINCHAPECES.- ¡Canalla! ¡Has querido robarme mi tesoro! ¡Te voy a hacer rebanadas desde los pies hasta la cabezaa!
RAJANALGAS.- (Aterrado) ¡Esa voz me es conocida! ¡Y esa cara, también! ¿No será ese a quien le robé la maleta? Tengo que ocultarme. Si viene hacia aquí, me verá. ¿Pero dónde me escondo? ¡Me esconderé tras esa estatua de Marte sin cabeza!

Lo hace así, tal como lo hiciera SERBIO. Pero se ha precipitado tanto que se le ha olvidado la maleta en el suelo. La mira, quiere bajarse, pero en ese momento sale del jardín PINCHAPECES y se acerca a la capilla. RAJANALGAS se queda quieto, sin pestañear.

PINCHAPECES.- ¡Ah, poderoso Marte! ¡Cómo se ha querido burlar de ti y de mí! ¡Sinvergüenza! ¡Hacerse pasar por el dios Marte! (RAJANALGAS tiembla sintiéndose descubierto, pero permanece quieto) ¡Pero la ofensa será lavada con la sangre del sacrílego!

Mira a la estatua, ve a RAJANALGAS y queda estupefacto. Da un traspié y llega a primer término, dando la espalda a la capilla. RAJANALGAS, al verle de espaldas baja y coge la maleta y queda oculto tras la capilla.

PINCHAPECES.- ¡Por Júpiter, está ahí! ¡Es el dios Marte con su otra cara, la cara de la derrota! ¡He de rogarle piedad y misericordia antes de que descargue su ira contra mí! (Se da la vuelta y va hacia la estatua) ¡Oh, poderoso Marte, dios de los ejércitos! (Mira a la estatua y la ve sin cabeza) ¡Atiza! ¡Ahora no tiene cabeza! (Vuelve a primer término, de espaldas, como antes) ¡Ay, que el que no tiene cabeza soy yo! ¡Si estoy loco! ¡Si ya lo dijo el astrólogo!

       RAJANALGAS con su maleta a buen recaudo, vuel
ve a ponerse en la estatua.

RAJANALGAS.- Tengo que huir antes de que me descubra. Si me muevo, me verá. Ahí vuelve. ¡Ay, madre mía!

En efecto, PINCHAPECES vuelve de nuevo, mira a la estatua y al verla con cabeza se pone a temblar de miedo. RAJANALGAS tiembla también.

PINCHAPECES.- (APARTE) ¡Uy, qué miedo me da todo esto! Esa cara me es conocida. Es de un enemigo. Tengo que salir corriendo de aquí, porque esto me huele a encerrona, y estoy solo. Tengo que huir. Iré hasta allí para tomar impulso y echaré a correr.
         (Se va de puntillas hasta el primer término derecha, RAJANALGAS lo ve)

RAJANALGAS.- Se va. Ahora es la ocasión para salir corriendo.

Se baja de la capilla y echa a correr hacia el primer término izquierda, pero ya lo ha hecho PINCHAPECES también, de forma que, que aunque van en la misma dirección, chocan y caen al suelo.

PINCHAPECES.- ¡Socorro! ¡Me quieren matar!
RAJANALGAS.- ¡Socorro! ¡Me quieren robar!

Silencio. Los dos están de espaldas. PINCHAPECES protege su cabeza y RAJANALGAS, su maleta. Silencio. Como ninguno oye nada, lentamente vuelven la cabeza y se ven. Rápidamente se vuelven de espaldas de nuevo. Pero ahora hay en los dos un gesto de sorpresa. Vuelven a mirarse lentamente y después de una pausa dan un salto y se ponen de pie.

PINCHAPECES.- ¡Rajanalgas!
RAJANALGAS.- ¡Pinchapeces!
PINCHAPECES.- ¡ Rajanalgas, amigo mío!
RAJANALGAS.- ¡Pinchapeces, muchacho! ¡Qué sorpresa verte por aquí!
PINCHAPECES.- ¡La sorpresa es mía!
RAJANALGAS.- Si ya decía yo que tu voz y tu cara me eran conocidas.
PINCHAPECES.- Eso me ha pasado a mí. ¡Pero cómo iba a imaginarme que eras tú! ¿Sigues con tus mismos negocios? Porque este sitio es el menos adecuado.
RAJANALGAS.- Sí; sigo con mis negocios, pero ya estoy cansado y me voy a retirar. Oye, ¿qué habrá sido de nuestro amigo Piesplanos?
PINCHAPECES.- ¡No te lo vas a creer! ¡Vive ahí!
PIESPLANOS.- (Saliendo al jardín) ¿Qué han sido esos gritos? ¡Pinchapeces!
PINCHAPECES.- ¡Estoy aquí! ¡Ven! (A Rajanalgas) Disimula, ya verás la sorpresa que se lleva.
RAJANALGAS - (Con la cabeza oculta) Piesplanos, ¡Cuchi cuchi!
PIESPLANOS. ¿Quién es?
RAJANALGAS.-  (Descubriéndose) ¡Eh!
PIESPLANOS.- ¡Rajanalgas! ¡Qué alegría!
              Se abrazan los tres dando saltos de alegría.
RAJANALGAS.-¡Qué sorpresa de veros por aquí! ¡Qué alegría!
PIESPLANOS.- ¡Qué bien te conservas! ¿Sigues con tus mismos negocios?
RAJANALGAS.- Sí; pero lo voy a dejar ya.
PINCHAPECES.- ¡Nunca me he podido explicar tu habilidad para tener chicas tan guapas!
PIESPLANOS-¡Ni yo la de acumular tanto dinero!
RAJANALGAS.-. (Fatuo) Valor, audacia, desprecio del riesgo. He ahí la clave.
PINCHAPECES.- Si te hubieses dedicado a las armas hoy serías, por lo menos, general.
RAJANALGAS.- ¿Yo? ¿Soldado? ¿Para dar la jeta y que te la partan? ¡Quita, hombre! ¡Eso se queda para los que no sirven para otra cosa! Ahora, eso sí; los soldados y yo casi siempre vamos juntos.
Ellos se lo pasan en grande en mis casas y yo les saco el dinero y las informaciones privilegiadas. Cuando van a dar una batida, yo me estudio la zona. Si veo que allí puede haber un buen botín, me voy detrás, y mientras ellos luchan, yo, (Arañando y recogiendo a diestro y siniestro) Esta maleta, sin ir más lejos, la conseguí el otro día en una redada que hizo una centuria a cuyo frente iba un centurión que, según dicen sus propios soldados, es el tío más tonto que ha parido madre.

Ríe a carcajadas. PINCHAPECES le agarra por la pechera.

PINCHAPECES.- ¡Ay, qué hijo de puta!
RAJANALGAS.- ¡Hombre, Pinchapeces!
PINCHAPECES.- ¡Yo soy ese centurión que dices! ¡Y a los parásitos como tú que se dedican al saqueo, se les crucifica en el acto!
RAJANALGAS.- ¡Perdona, Pinchapeces! Yo no sabía que siguieras siendo militar, con esa pinta que tienes ¡Pero para que veáis que yo sigo siendo vuestro amigo, tengo un maravilloso regalo para los dos! Para ti, Pinchapeces, tengo una corona de laurel; pero son esmeraldas montadas en una corona de oro. Debió pertenecer a un emperador tartesio. Y para ti, Piesplanos, tengo una bandeja de frutas, pero son piedras preciosas talladas. Con esa bandeja tendrás una fortuna en tus manos.
PIESPLANOS.- ¡La fortuna! ¡Lo que dijo el astrólogo! ¡Venga, dámela!
PINCHAPECES.- Y a mí. Hoy me caso, y nunca mejor ocasión para lucirla.
RAJANALGAS.- Comprenderéis que una fortuna así no la voy a llevar encima. La tengo depositada en un banco de Cádiz. ¡Mañana mismo os la doy!
PINCHAPECES.- Eso y nuestra vieja amistad te libra de la crucifixión.
PIESPLANOS.- ¿Se puede saber qué haces tú por estos andurriales?
PINCHAPECES.- ¡Lo mismo quiere montar aquí un burdel!
RAJANALGAS - No, no. Os lo explicaré. Hace unas semanas llegué a Cádiz para montar uno de mis negocios. Ya está funcionando. Mas quise ir a Málaga, que es una gran ciudad, para montar allí otro burdel. Me embarqué de madrugada para llegar temprano, pero con tan mala fortuna que se levantó un temporal y naufragó mi barco. Llevaba a bordo esta maleta y la esclava más bonita que jamás he tenido. Hoy he vuelto y, buceando, pude lograr rescatar mi maleta.
PINCHAPECES.- ¿Y la esclava?
RAJANALGAS.- Debió morir ahogada.

PIESPLANOS se tambalea, se desmaya, cae hacia atrás en brazos de PINCHAPECES, éste le coge por las axilas y RAJANALGAS y le da aire con su túnica.

PINCHAPECES.- ¿Qué le pasa a éste?
RAJANALGAS.- Se ha desmayado.
PIESPLANOS.- (Reponiéndose) Ya se me ha pasado.

Entran LIBIA, JULIA, ÁTICA, GALO y los ESCLAVOS. RAJANALGAS, al ver a LIBIA da un grito de alegría.

RAJANALGAS.- ¡Niña mía!
LIBIA.- ¡Oh, miserable rufián!

Sale corriendo y entra en el templo. La siguen JULIA y ÁTICA.

JULIA.- ¡Libia, hija mía! ¿Que te ha pasado?
PINCHAPECES.- (Muy mosqueado) ¿Tú... conoces... a esa chica?
PIESPLANOS.- ¡Claro! ¡Es la esclava que perdí en el naufragio! ¡Qué suerte!

Ahora es PINCHAPECES quien se marea. Cae en brazos de PIESPLANOS y RAJANALGAS le da aire.
Entran SERBIO, CANTAMAÑANAS, los PESCADORES y las MUJERES.

SERBIO.- ¡Bravo, muchacho! Has hecho un buen servicio despistándoles.

Entra ÁTICA y se dirige a SERBIO.

ÁTICA.- Algo malo le ha ocurrido a Libia. Se ha refugiado en el templo.
SERBIO.- ¡Algo le han hecho esos miserables! ¡Los voy a matar!

Avanza muy decidido y coge a PINCHAPECES por el cuello. Entra LIBIA, JULIA y la SACERDOTISA.

LIBIA.- ¡No Serbio! ¡No te pierdas!

SERBIO, al oír a LIBIA suelta a PINCHAPECES, que cae en brazos de PIESPLANOS y RAJANALGAS le da aire.

SERBIO.- ¡Libia! ¿Qué está ocurriendo aquí?
LIBIA.- Ya intuía yo que algo malo me iba a suceder. Yo soy la culpable de todo por no haberos dicho la verdad. Creí que ese miserable había muerto en el naufragio.
PINCHAPECES.- (Recuperado) ¡Estafadores! ¡Me querían casar con esa prostituta!

Estupor general. SERBIO intenta agredir a PINCHAPECES, pero LIBIA lo impide.

LIBIA

¡No Serbio! ¡No le hagas nada!
Me tienes tú que escuchar.
De nada vale luchar
por mujer tan desdichada.

Tenéis todos que escucharme
porque no os quise hablar
y deciros la verdad
de mi pasado, y callarme.

Serbio, yo quise contarte
de mi vida el pasado;
ahora te has enterado.
¡Yo no quise engañarte!

Ese maldito bribón
es el amo que he tenido,
y ese vil mal nacido
es un maldito lenón.

Tú me has dado un gran amor.
¡Nunca podré olvidarlo!
Yo no puedo compensarlo;
solo te he hecho traición.

Perdona que así te hable.
Gracias, gran Sacerdotisa,
 pues con tu ayuda precisa
me encontraste una madre.

Perdona tú, madre mía;
por el amor que me has dado
creí haber encontrado
a la que perdí un día.

Ática, Galo, hispanos,
gracias por vuestra acogida;
os estoy agradecida
y os quiero como hermanos.

Pausa.

Pero no quiero alargar
mi presencia en vuestras vidas;
es hora de despedida,
para no veros jamás.

JULIA se ha sentado en el triclinio y llora con la cara entre las manos. SERBIO está abatido. Todos están conmocionados.

RAJANALGAS.- Libia, yo puedo decirles que tú no...
LIBIA.- ¡Calla, miserable! ¿Quién puede creer la palabra de un rufián? ¡Calla, porque tu aliento envenena el aire que respiramos! Solo quiero que me devuelvas la cajita donde guardo mis juguetes de niña. Una cajita que ya nunca jamás podré consagrar en un altar.

RAJANALGAS abre la maleta con exageradas precauciones para que nadie vea su interior. Saca una cajita de mimbre y se la da a LIBIA. Esta la oprime contra su pecho.

LIBIA.- ¡Oh, mis buenos padres queridos! ¿Por qué permitieron los dioses que me separaran de vuestro lado? ¿Qué pecado cometisteis para nacer yo tan desgraciada?

(Pausa. Abre la cajita, saca de ella una pequeña daga e intenta clavársela en el corazón)

¡Que los dioses se apiaden de mi alma!

SERBIO ha visto la acción y le sujeta la mano. La caja y la daga caen al suelo. La recoge un ESCLAVO. LIBIA se desvanece en brazos de SERBIO. Conmoción general. JULIA se acerca y la acaricia con mucha ternura. La SACERDOTISA va al centro y se pone en medio de todos.

SACERDOTISA

¡De los tremendos dolores
que Libia ha padecido,
ese lenón maldecido
es  culpable, pescadores.

¡No podemos tolerar
que al fango sigan cayendo
niñas, que prostituyendo
va ese maldito rufián.

No podemos consentir
que se la vuelva a llevar,
porque la va a explotar
hasta hacerla sucumbir.

PESCADORES

           ¡Haced una cruz, hermanos!
           Vamos a sacrificarle
           y en una cruz clavarle,
           como hacen los romanos.

Le cogen en volandas e inician el mutis, pero en ese momento entran REBANACUELLOS y los SOLDADOS que rodean a todos con las espadas desenvainadas.

REBANACUELLOS.- ¡Quieto todo el mundo! (Silencio temeroso) ¡Al que se mueva, lo rebano! (Se cuadra ante PINCHAPECES) ¡A tus órdenes, jefe! Se han burlado de ti y de nosotros. ¡Nos han engañado! ¿Los rebano?

PINCHAPECES, al verse seguro, adquiere de nuevo su petulancia habitual.

PINCHAPECES.- Espera. Sí; los vas a rebanar a todos. ¡A todos! Aquí va a morir hasta... ¡El apuntador! ¿Dónde está el apuntador?
CANTAMAÑANAS.- Aquí, mi dueño y señor. Al lado del más genial soldado. ¡Del invicto!
PINCHAPECES.- Pues coge las tablas y apunta. ¡Oh, qué gran hazaña voy a protagonizar!
CANTAMAÑANAS.- (Más pelota que nunca.) ¡Ni el más grande poeta de todos los siglos sería capaz de describir la que vas a liar ahora!
PINCHAPECES.- Tú lo has dicho. Ni Esquilo, ni Sófocles, ni Eurípides, en todas sus obras juntas hicieron la escabechina que voy a hacer ahora yo. Apunta todo lo que veas y oiga.
REBANACUELLOS.- Jefe, te advierto que éste es el más traidor.
PINCHAPECES.- ¡Pues al degüello, como todos!

REBANACUELLOS saca una chaira de matarife y con inmenso placer afila su espadín, cayéndosele la baba de gusto. LIBIA vuelve en sí. El ESCLAVO que la recogió le devuelve la cajita, pero antes de que la coja LIBIA, se la arrebata JULIA. ÁTICA se ha dado cuenta del detalle y saca la cajita que JULIA hizo en el principio de este acto. Se la da a JULIA. Ésta, transfigurada, muestra las dos juntas. Son idénticas, aunque una más amarilla que la otra por efecto del paso del tiempo.
JULIA.- (Casi histérica) ¿De dónde ha salido esta cajita? ¡Por todos los dioses, decidme de dónde ha salido!
LIBIA.- Es mía. ¡No me la quites, por favor! Es una reliquia para mí.
JULIA.- (Con la voz quebrada por la emoción) Esta cajita la hice yo con mis propias manos para mi hija. ¡Oh, dioses inmortales! ¡Por fin habéis atendido mis plegarias! (A todos) ¡Es ella! ¡Es mi hija! ¡Nunca perdí la esperanza de encontrarla! ¡Mi corazón me decía que no había muerto y que algún día la encontraría! (La abraza, la besa, la mira, como si fuera la primera vez que la ve. Ríe. Llora)
 ¡Pero cómo te encontrado, hija mía! ¡En manos de ese miserable! ¡Pero ya se han acabado tus penas y las mías! ¡Puedes ir con la cabeza muy alta porque yo te defenderé!
¡Y si alguien tiene la osadía de reprocharte lo más mínimo tendrá que verse las caras con ésta matrona romana! ¡Con Julia! ¡La Bien peiná!

PIESPLANOS, que ha contemplado absorto la escena, ha ido retrocediendo lentamente hasta el templo. Allí queda postrado ante Venus con la cabeza baja. Todo el mundo esta emocionado. REBANACUELLOS hace pucheros y rompe a llorar ruidosamente.

REBANACUELLOS.- ¿Lo ves, jefe? ¡Si yo no puedo ver sufrir a la gente! ¡Qué drama! (Se suena ruidosamente la nariz)
ÁTICA.- (Viendo llorar a CANTAMAÑANAS) ¡Esto sí que es un drama! ¡Está llorando hasta el apuntador! (Llora ella también)
PINCHAPECES.- (Lloroso, a REBANACUELLOS, señalando a RAJANALGAS) ¡Ese es el culpable de todo! ¡Rebánale!

REBANACUELLOS se va hacia RAJANALGAS y con furiosa destreza le pone el espadín en el cuello. RAJANALGAS, aterrado, grita.

RAJANALGAS.- ¡No!  ¡Pinchapeces, tengo que hacer una confesión!

REBANACUELLOS se detiene, pero, sin abandonar la postura, mira inquisitivo a PINCHAPECES.

PINCHAPECES.- Si es su última voluntad, que hable.
REBANACUELLOS le suelta y RAJANALGAS se postra de rodillas con las manos cruzadas, suplicante.

RAJANALGAS.- ¡Yo no he prostituido a esa chica! ¡La tormenta cayó ayer al amanecer! Yo la compré ayer en el mercado de Cádiz e inmediatamente subimos a bordo. Una hora después naufragamos. ¡Yo no la he hecho nada! ¡No soy culpable de nada! ¡Soy inocente! ¡Soy inocente!

              Pausa. PINCHAPECES reflexiona.

PINCHAPECES.- Entonces, si Libia no está... (Gesto expresivo con el puño) Pues siendo así, nada me impide casarme con ella.
REBANACUELLOS.- ¡Pero todos intentaron engañarte!
PINCHAPECES.- Sí; es cierto. (Piensa) ¡Nada, nada! ¡He dicho que hoy hago una escabechina y la hago! ¡Decidido: yo me llevo a la chica y tú los rebanas a todos!

Revuelo general. PINCHAPECES coge de la mano a LIBIA y se dispone a marchar, pero JULIA agarra a PINCHAPECES y se lo lleva a primer término.

JULIA.- (Aparte, a PINCHAPECES, muy trágica) ¡No puedes casarte con Libia, porque cometerías incesto!
PINCHAPECES.- ¿Qué dices?
JULIA.- (Como una Medea) ¡Libia es hija tuya!
PINCHAPECES.- (Desconcertado se lleva las manos a la cabeza) ¿Qué Libia es hija mía?
 
Julia afirma con la cabeza. Observa el efecto de su confesión en Pinchapeces, que puede ser trascendental. Pausa.  Pinchapeces parece aterrado con la noticia.

PINCHAPECES.- ¡Oh!... ¡Ah!... ¡Ay! (Pausa. Mira a JULIA) ¡Ay, qué trolaaaa!
JULIA.- Jamás te lo dije porque para mí era un hecho adúltero y bochornoso.
PINCHAPECES.- ¡A ver, a ver! ¡Explícame eso, porque yo no recuerdo haber yacido contigo en el tálamo!
JULIA.- ¿Recuerdas aquellas saturnales que pasamos en Roma? Yo estaba recién casada, con todo el fuego de mi ardorosa juventud; tú bebiste demasiado y tuve que llevarte a la cama para que durmieses la mona. Estabas tan bello con aquella caída de ojos, que no pude resistir la tentación y... (Haciendo pucheros) te violé
PINCHAPECES.- (Tontito, por el halago a sus ojos) Es que yo cuando bebo un poquito se me ponen unos ojos tan pillines... Pero el caso es que yo no me acuerdo.

JULIA esta convencida de que con un poco más, le convencerá.
JULIA.- Yo te daré detalles y ya verás como recuerdas.
Siguen hablando aparte. PIESPLANOS está mirando a la diosa. Nadie ha reparado en él hasta ahora. El siguiente monólogo es absolutamente sincero.

PIESPLANOS.- Me quitaste a mi hija, que era lo que más quería, y ahora me la devuelves prostituida. Tenía ya en las manos el cargo de recaudador, y también me lo has quitado. He llevado una vida de lujuria y desenfreno y por eso me has castigado.
¡Esto es una venganza! ¡Que te quiten para siempre el título de diosa de la bondad, porque eres cruel y vengativa! ¡Más daño no has podido hacerme, diosa infame! ¡Eres una hiena sedienta de sangre! ¡Toma la mía también a ver si con ella revientas!

Ha sacado una enorme faca y se lo pone en la garganta.  De pronto un terrible grito le paraliza.

LIBIA.- ¡No! ¡No, padre mío! ¡No puedes hacer eso ahora que te he encontrado!
JULIA.- (Corriendo hacia LIBIA, aparte) ¡No le digas eso porque entonces se mata de verdad! Hay que seguirle la corriente.
PIESPLANOS.- (Sin moverse) Mis delitos y ofensas no tienen perdón.
JULIA.- Tienes razón. ¡Mátate!

Pausa. Sin quitarse la navaja de la garganta, PIESPLANOS vuelve la cabeza, mira a JULIA y mueve la cabeza, como diciendo: “este es el pago... REBANACUELLOS protesta por la competencia que le quiere hacer PIESPLANOS.

REBANACUELLOS.- ¡Jefe, que se rebana él solo!
PINCHAPECES.- ¡No te mates, amigo mío!

JULIA, corre hacia PINCHAPECES.

PIESPLANOS.- ¡Sí! ¡Es mi destino!
JULIA.- (A PINCHAPECES) ¡Déjale! ¡Será un mal padre para tu hija!
PINCHAPECES.- ¡Ah! Pues tienes razón. (A PIESPLAN0S) ¡Bueno, sí. ¡Hala, mátate!

PIESPLAN0S baja las manos y se vuelve, mosqueadísimo. JULIA mira a PINCHAPECES poniendo la cara más fea que le sea posible.

JULIA.- ¡Eso, que se mate! ¡Así, muerto él, podré casarme contigo!

PINCHAPECES la mira aterrorizado y sale corriendo hasta donde esta PIESPLAN0S.

PINCHAPECES.- ¡Noooo! ¡Espera, Piesplanos, no te mates! ¡No me hagas esa faena, amigo mío!
PIESPLAN0S.- ¿Y para qué quiero vivir ya?
PINCHAPECES.- (Mirando temeroso a JULIA) ¡Vamos, chiquitín, bonito, capricho de hombre, no te mates!
PIESPLAN0S.- ¡Estoy harto de la vida!
PINCHAPECES.- ¡Pero si lo tienes todo! Yo te voy a conseguir el cargo. Y por si fuera poco, has encontrado a tu hija.
PIESPLAN0S.- Sí; prostituida. ¡Con lo putero que he sido yo! ¡Cómo me remuerde la conciencia!
PINCHAPECES.- ¡Tu hija no está prostituida!
PIESPLAN0S.- Entonces, ¿te casarás con ella?
PINCHAPECES.- ¡No, eso no!
PIESPLAN0S.- ¿Lo ves? ¡Me estás mintiendo!
PINCHAPECES.- ¡Que no! ¡Es verdad!
JULIA.- (IMPACIENTE) ¡Mátate ya de una vez, pesado!
PINCHAPECES.- ¡No la hagas caso!
PIESPLAN0S.- ¡La tirria que ha cogido ésta tía con que yo me mate! ¡Pues ahora no me mato, hala!

PIESPLAN0S cierra la faca y se la guarda. Se abraza a PINCHAPECES. Todos celebran el feliz desenlace. REBANACUELLOS se impacienta.

REBANACUELLOS.- ¡Jefe! ¿Cuándo empezamos a rebanar?
PINCHAPECES.- ¡Ahora mismo! ¡Empieza por ese Cantamañanas! (Baja el pulgar)

REBANACUELLOS va decidido tras él, pero CANTAMAÑANAS le rehuye.

CANTAMAÑANAS.- ¡Espera, déjame que hable!
REBANACUELLOS.- (Corriendo tras él) ¡No le haga caso, jefe, que te lía!
CANTAMAÑANAS.- Si me matas a mí, ¿quién va a cantar tus gloriosas hazañas?
PINCHAPECES.- (Se pone hueco y todo vanidoso, sube el pulgar) ¡Tiene razón!
REBANACUELLOS.- ¡Es un traidor y sus cantos serán falsos!
PINCHAPECES.- (Convencido, baja el pulgar) ¡Tienes razón!
CANTAMAÑANAS. ¡Yo solo cuento y canto lo que veo, y lo que veo es verdad!
PINCHAPECES.- (Ufano, sube) Tiene razón.
REBANACUELLOS.- ¡Contará cosas malas para desprestigiarte!
PINCHAPECES.- (Ofuscado, baja) ¡Tienes razón!
CANTAMAÑANAS.- ¡Tú eres conocido en el mundo entero! ¿Quién podrá creerme si miento?
PINCHAPECES.- (Halagado, sube) Tiene razón.
JULIA.- Si dice la verdad, dirá que mataste a gente pacífica, inocente e indefensa, como vas a hacer ahora.
PINCHAPECES.- (Avergonzado, sube). Tiene razón.
REBANACUELLOS.- ¡Todos los que son rebanados están indefensos porque están vencidos!
PINCHAPECES.- (Resoluto, baja) Tienes razón.
SERBIO.- Eso puede justificarse después de una batalla con militares armados; pero aquí solo hay civiles y desarmados. ¡Será un cobarde genocidio!
PINCHAPECES.- (Avergonzado, sube) Tiene razón.
REBANACUELLOS.- ¡Cuando se hace justicia no hay crimen ni genocidio! ¡La justicia no mata: ejecuta!
PINCHAPECES.- (Decidido, baja) ¡Tienes razón!
LIBIA.- ¡Esto no es justicia, sino venganza!
PINCHAPECES.- (Enternecido, sube) Tiene razón.
SACERDOTISA.- ¡Te denunciaré ante la Curia, y el Senado te expulsará del ejército y te decapitará!
PINCHAPECES.- (Acobardado) Tiene razón.
JULIA.- Y si todos somos gentes tan razonables, ¿por qué nos vas a matar?
PINCHAPECES.- (Idiotizado,sube) Tiene razón.
JULIA.- Libia debe casarse con el hombre al que ama: con Serbio.
PINCHAPECES.- (Babeando enternecido) Tienes razón.
RAJANALGAS.- ¿Con ese esclavo? ¡Pinchapeces, tú estás loco!
PINCHAPECES.- ¡Tiene razón! ¡Tiene razón! ¡Tiene razón! ¡Tiene razón!...

A PINCHAPECES le ha entrado un tic nervioso en todo el cuerpo y ya está loco perdido subiendo y bajando el pulgar. Inicia el mutis. Los SOLDADOS y REBANACUELLOS le siguen. Camuflado entre ellos va RAJANALGAS con la maleta. PIESPLANOS intenta quitársela. RAJANALGAS se resiste, y sale corriendo. PIESPLANOS corre tras él y ambos desaparecen por el lateral.

           SERBIO y LIBIA, y ÁTICA y CANTAMAÑANAS se abrazan. Así lo hacen también JULIA con la SACERDOTISA.

JULIA.- ¡Hemos triunfado!
TODOS.- ¡Hurra, hurra, hurra!
SACERDOTISA.- Haremos un sacrificio en acción de gracias.
SERBIO.- (A la SACERDOTISA) ¡Hay que celebrar las bodas enseguida! ¡Pinchapeces puede volver!
JULIA.- ¡Qué va! Le he hecho creer una cosa...
CANTAMAÑANAS.- No me fío. Ese está como una chota y le da la razón al último que le habla. ¡Hay que celebrar las bodas ahora mismo!
SACERDOTISA.- ¡Imposible! Solo Libia está vestida para la ceremonia.
CANTAMAÑANAS.- Todo está previsto. Mi ropa y la de mi capitán la tengo escondida ahí y en un instante nos vestimos.
ÁTICA.- Yo también la tengo ¿Verdad que sí, ama?
JULIA.- Sí, hija. ¡Corre a vestirte! ¡Ya eres libre! Puedes coger la cajita nueva que hice para Libia.
ÁTICA.- ¡Que la diosa del amor te lo pague!

ÁTICA corre como loca y desaparece en la casa. SERBIO y CANTAMAÑANAS se van por la izquierda.

JULIA.- (A un ESCLAVO) Trae el cordero más gordo. (El ESCLAVO aludido se va por la casa. A GALO y al otro ESCLAVO) Retirad esa capilla de aquí y después traed vino.
                  
  GALO y el otro ESCLAVO cogen la capilla,  la llevan al foro y hacen mutis por la casa. Vuelve el ESCLAVO con el cordero y hace igual que al final de la primera parte, detrás de la barca. La SACERDOTISA prepara el altar. JULIA da los últimos toques al traje de LIBIA y después se retoca el peinado. Entran SERBIO y CANTAMAÑANAS vestidos de uniformes iguales, aunque el de SERBIO lleva un distintivo que lo distingue.

Vuelven GALO y el ESCLAVO con vino y se lo dan a los PESCADORES.

PESCADORES

¡Un hurra por Serbio
y Cantamañanas!
Teníamos ganas
De ver el final.

Tendremos dos bodas;
Después el banquete.
El vino clarete
Está colosal.

MUJERES

¡Un hurra por Libia!
Muchacha bonita,
tu linda boquita
de Serbio es ya.

PESCADORES

¡Bebamos, amigos!
¡Salimos de apuros:
cayeron los muros
de la oposición!

MUJERES
                           
                                Nadie ya se opone
a vuestros amores
y los pescadores
contentos al fin.

PESCADORES

Buen vino bebamos,
contentos bailemos,
pues celebraremos
la boda al final.

Y si los romanos
nos tienen vencidos
y así sometidos
a su autoridad,

nosotros, los pobres,
somos muy felices
por dar de narices
al ruin militar.

Entra ÁTICA vestida de novia, con cara feliz y resplandeciente.

MUJERES
Viene ya, Ática.
Liberta del yugo
jamás nunca tuvo
más felicidad.

Ya el Piesplanos
                                 no puede asediarte.
   Ese gerifalte
con otra lo hará.

Quería el idiota
contigo pasarse
para así ligarse
un rico bombón.

TODOS

¡Que vivan los novios,
la Sacerdotisa,
la gracia y la risa
de la Bien peiná.
.
La SACERDOTISA levanta las manos y ordena silencio. Dos ESCLAVOS han sacado del templo un banco y lo ponen en el centro, mientras GALO conduce a los novios y los sitúa en él, mirando al público.
 A continuación entrega a la SACERDOTISA las dos cajitas. Luego habla aparte con las MUJERES, una a una, dando instrucciones. Es el maestro de ceremonias y está en su salsa. Con las tablillas de CANTAMAÑANAS hace firmar a los hombres como testigos. No más de diez.
 La boda es exactamente como él lo dijo en el ensayo. Lo que pasa que aquello salió  hecho una chapuza. Ahora se hará todo en serio.  VER EL ENSAYO. El ESCLAVO que se llevó el cordero tras la barca le entrega a GALO las entrañas del animal, que las recoge en una patena y se la entrega a la SACERDOTISA. Esta las pone sobre el ara y las escudriña. Se vuelve.

SACERDOTISA.- ¡Los auspicios son inmejorables!

Gritos de alegría en todos. la SACERDOTISA se vuelve y ofrece a la diosa la patena. Después coge las dos cajitas y las ofrece a la Venus.

SACERDOTISA.- ¡Oh, Venus, diosa del eterno amor! Estas cajitas con los juguetes de niña de Ática y de Libia te las ofrecen a ti, porque dejan de ser niñas para convertirse en esposas. (Se vuelve a los contrayentes)  Serbio: ¿quieres por esposa a Libia?
SERBIO.- ¡Sí, quiero!
SACERDOTISA.- Libia: ¿quieres por esposo a Serbio?
LIBIA.- ¡Sí, quiero!
SACERDOTISA.- ¿Juráis amaros eternamente?
SERBIO Y LIBIA.- ¡Sí, juro!
SACERDOTISA.- Pues que Venus, la diosa del amor, os proteja y os bendiga por toda la eternidad.  (Se dirige a la otra pareja)   Milbio: ¿quieres por esposa a Estimatiki?

 Milbio, es decir, CANTAMAÑANAS, no se da por aludido. Silencio. ÁTICA muy sorprendida y
angustiada, le da un codazo.

CANTAMAÑANAS.- ¡Arrea! ¡Si Milbio soy yo! Como nadie me llama así, lo había olvidado. (A la SACERDOTISA) ¡Yo a esta la quiero más que a la madre que me parió!
SACERDOTISA,- Tienes que decir sí, o no.
CANTAMAÑANAS.- ¡Que sí, jefa, que sí! ¡Síííí!
SACERDOTISA.- Estimatiki; ¿quieres por esposo a Milbio?
ÁTICA.- (Con gesto de enfado) ¡No!  (Estupor general. Murmullos. ÁTICA pone de pronto la mejor de sus sonrisas) No, a Milbio, no. ¡Yo quiero a Cantamañanas! ¡Sí, madre sacerdotisa, sí quiero!
(Gestos alegres y risas en todos)
CANTAMAÑANAS.- ¡Ole mi niña!
SACERDOTISA.- ¿Juráis amaros eternamente?
ÁTICA.- ¡Sí, juro!
CANTAMAÑANAS.- Yo no lo juro. ¡Yo lo jururujo! ¡A ésta la voy a querer yo a destajo porque la eternidad se me va a hacer muy corta!
SACERDOTISA.- ¿Juras amarla eternamente?
CANTAMAÑANAS,-  ¡Que sí, jefa! ¡Sííííí!
SACERDOTISA.- Pues que Venus, la diosa del amor, os proteja y os bendiga por toda la eternidad. Y yo, sacerdotisa del templo de Venus, os declaro a las dos parejas, marido y mujer.

Alegría, jolgorio en todos, vivas. Ahora GALO coge la piel del cordero,  la pone en el banco e invita a sentarse a los cuatro. Unas MUJERES ponen un velo sobre los cuatro.  GALO ordena que se levanten y desfilen alrededor, o delante del altar. Otras MUJERES, con canastillas de flores echan pétalos de rosas al altar, a la SACERDOTISA, a JULIA  y a los novios.  Terminado el cortejo, al son de la música, vuelven al banco y permanecen de pie. En medio de las dos parejas se colocan GALO, al lado de ÁTICA, y JULIA, al lado de LIBIA.

SACERDOTISA

Con el pueblo por testigo
y en presencia de la diosa.
Como marido y esposas
os declaro y os bendigo.
.
JULIA

El amor ha conseguido
unir dos razas señeras:
la romana y la ibera.
¡Un nuevo pueblo ha nacido!

SACERDOTISA
.
¡Que esta conjunción de amor
nadie intente deshacer
pues tendrá que padecer
de la diosa el furor.

JULIA

                    Y si alguien anular
estas dos bodas osara
tendrá que verse la cara
con Julia, ¡la Bien peiná!

Risas, aplausos, jolgorio, abrazos. en el foro aparece la barca engalanada con guirnaldas de flores y cuatro PESCADORES a bordo. SERBIO y CANTAMAÑANAS cogen a LIBIA y a ÁTICA, se las echan al hombro (perpetuando el recuerdo del rapto de las sabinas) y corren hacia la barca, mientras ellas, muy alegres, se despiden de todos con la mano. Suben a la barca y esta zarpa lentamente.

GALO,- (Dando gritos a los novios) ¡Eh! ¡Esperad! ¡El rapto es al final del banquete!

Pero están tan entusiasmados, que no le hacen caso.  Todos miran al foro despidiéndoles con la mano. Todos permanecen de espaldas y no ven a PIESPLANOS que entra abrazado a la maleta. Se arrodilla en primer término, la abre y queda deslumbrado al ver tanta riqueza: una corona de laurel, una bandeja de frutas, collares, pulseras, etc.

PIESPLANOS.- ¡Rico! ¡Soy rico! ¡Soy ricoooo!


FIN


RUDENS
Estrenada en el Teatro Romano de Mérida
en julio de 1987.
Representada también en las siguientes localidades:
Madrid, en el patio del Conde Duque
Castillo de Olite (Navarra),
Teatro Romano de Sagunto,
Teatro Romano de Málaga,
Teatro Arriaga de Bilbao,
Almendralejo, (Badajoz) Plaza de toros,
Villanueva de la Serena, Polideportivo. (Badajoz)
Santa Amalia, (Badajoz)

REGISTRO
ISBN:84-88659-19-9
Depósito Legal: M. 6.362-2000








[1] Toda esta ceremonia, aunque hilarante, de chunga y desordenada, es en realidad los ritos verdaderos en las bodas romanas. Al final de la obra, cuando se casan de verdad, el rito será exactamente igual al del ensayo que dirige galo, pero en serio y con toda solemnidad.

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